miércoles, 19 de enero de 2011

Un lugar para enterrar extraños. El Perro. Maximiliano Spreaf

Se levanto temprano porque le pedían a gritos que abra la puerta.
Alguien golpeaba y gritaba en su puerta esa mañana.
No entendía, estaba aturdida de sueño todavía, con la resaca de la
noche anterior. Tanteo con su mano derecha el celular, que se
había convertido hacia unos años ya en su reloj despertador, eran
las siete y media de la mañana. Generalmente a esa hora ella era
nadie. No existía.
Habían pasado meses desde el día que se quedo sin trabajo.
Mirando el celular, y escuchando los golpes y los gritos,
recordaba la caminata de regreso a su casa en la mañana que la
despidieron diciéndole que había finalizado su contrato con la
empresa. Se lo venia venir, hacia unas semanas varias de sus
compañeras de trabajo le decían que estaban cerca de los tres
meses de contrato y que en cualquier momento quedaban
afuera.,sin posibilidades de seguir trabajando ya que la empresa
tenia planes de reducir personal porque las cosas no andaban del
todo bien.
Los gritos y los golpes seguían. Era una mujer la del otro lado de
la puerta. Se la notaba desesperada, no paraba de dar fortísimos
golpes en la chapa de la puerta, como si quisiera derribarla. Ella
no alcanzaba a distinguir si era una voz conocida, ni siquiera
podía distinguir lo que gritaba. Trato de levantarse, busco con los
ojos casi cerrados algo de ropa. No veía nada. Los golpes se
hacían cada vez más violentos. Se sumaron varias voces.
Hombres y mujeres que gritaban con desesperación. Logro
entender que lo que decían era su nombre. Martina. Pero nada
mas, las demás palabras se morían en el intento de ser descifradas
por su cerebro, que en ese momento solo atinaba a poner en
funcionamiento débilmente sus piernas. Intentaba abrir más los
ojos, en esa intentona alcanzo a distinguir un resplandor que lo

atribuyo rápidamente a la ventana que tenia al lado casi de su
cama y por la que se metía a diario el sol y el ruido de los pibes
que jugaban en la calle, como era costumbre en su barrio.
Se recostó de nuevo, viendo que no había reacción en su cuerpo
para hacer nada.
Empezó a divagar, a recordar el barrio de cuando era una nena.
Todo había cambiado ahora. Desde la arquitectura hasta la misma
gente del barrio. La gente era distinta. Cuando era una niña había
jugado mucho en una especie de bosque de eucaliptos que había a
unas cuadras de su casa. Era todo un misterio entrar ahí y
descubrir las cosas que pasaban. Se acordaba de haber escuchado
las historias más escabrosas y más inverosímiles que
supuestamente habían pasado allí.
Desde hombres lobos, hasta suicidas frustrados que se colgaban
de los añosos árboles, haciendo una muy mala elección para
terminar con su vida. Porque es sabido que las ramas de los
eucaliptos son de las que más fácil se quiebran cuando el árbol ya
tiene varios años, y era así que en su intento lo único que lograban
era partirse en dos una pierna o la cadera.
Recordó que una vez caminando por los senderos que la misma
gente de tanto pasar una y otra vez habían dibujado entre los
árboles, encontró, no ya un suicida tratando de acabar con su
sufrimiento, sino un perro de gran tamaño, un doberman, atado
por el cuello con un grueso alambre y oscilando de un lado al otro
colgado de una gruesa rama. Se quedo paralizada de miedo ante la
escena. El perro aun estaba vivo y agonizaba lentamente. Se
pregunto quien le había hecho eso, y automáticamente le vino a la
cabeza la imagen de Vilma, su vecina, que odiaba a los perros y
mas de una vez la había escuchado decir que habría que matarlos
a todos o llamar de una buena vez a la perrera para que viniera
con sus lazos a llevárselos del barrio. Se quedo mirando el perro
colgado, aterrada. Sabía que no podía hacer nada. No tenia el
valor siquiera de acercarse un poco mas al animal. Hasta tenía
miedo de que al tratar de liberarlo o con solo acercarse, el perro se
soltara de golpe y la atacara. Comenzó a correr, alejándose
velozmente de ahí, mientras las lágrimas se agolpaban en sus
ojos.

Los golpes en la puerta se trasladaron también a la ventana.
Estallo el vidrio y la saco de sus recuerdos.
La casa se quemaba. Como su niñez.



1 comentario:

Anónimo dijo...

El celular un instrumento útil a veces pero otra veces gran elemento de una discordia.
Un desempleado más en este mundo burocrático y tirano.
Ella no existía a esa hora porque se iba a trabajar? O porque el dormía y no se podía invadir su descanso por las mañanas?
Fortísimos golpes en la puerta de chapa negra, porque si era una sola mujer de repente eran mas personas acaso eran todos los despedidos de la empresa que se le venció su contrato? Martina deriva de Martín el nombre de algún hijo que podrá venir en camino?
Un sueño profundo que no dejaba que sus ojos se abrieran para poder vestirse y abrir la puerta para calmar las voces que perturban el silencio de esa habitación casi oscura a veces o con la pertubarcion del silencio acosionada por el juego de los niños en las cercanía a su puerta.
Una gran espacio rodeado de árboles un bosque tal vez? Lleno de misterios, lugar donde la imaginación daba rienda a historias de hombres lobos que se colgaban en los árboles y asustaban al transeúnte como el Parque Sarmiento en la época que estaba de moda tele manías y sus cámaras ocultas.
Un perro atado al cuello para que muera agonizando de a poco o un perro moribundo porque le dieron arroz con carne y vidrios con veneno para hormigas.
El miedo paraliza a esta mujer por ver al que no podía hacer nada para que el animal no muriera, una vecina que solo quería matar a los animales porque les molestaba y los niños tambien?
Los golpes empezaron a sentirse en la ventana? Haciendo que el vidrio estallara mi pregunta es: la persona que dormía y fue interrumpido era un hombre? Su novio tal vez? El divagaba sobre lo que le contó Martina de cómo era su barrio en la infancia y como es actualmente? El bosque de eucaliptos no era un gran espacio verde? Donde los niños solían pasar sus tardes?

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