domingo, 28 de noviembre de 2010

Sobre la libertad. Sophia Cork

Para mí ser libre es correr, gritar y sentirme viva.
Mancharme de barro, saltar en los charcos,
hablar sin tapujos. Llamar a cada cosa por su nombre,
buscar aventuras, hacer de todo lo desconocido un aliado.
Rodar por la hierba, reír de lo imposible y
soñar con lo impensable. Conseguir lo inalcanzable,
ruborizarme, mirar al cielo y sólo ver azul.



Mi nombre es Sophia Cork (siempre escribo bajo este seudónimo), y soy de alguna parte de Toledo, soy del '91, estudio y trabajo, y no me mato haciendo ninguna de las dos cosas. He participado en varios concursos de literatura a nivel de colegios, institutos, regionales e incluso alguno a nivel nacional, gané algunos y también perdí otros varios pero ninguno de ellos era de gran importancia. Normalmente escribo para mí, y de vez en cuando cuelgo algunos de mis relatos en el blog: http://eldulcedesden.blogspot.com/ por lo demás no hay mucho más que contar.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Sin Sentido. Óscar R. Cardeñosa

Desde mi ceguera
ya no bebo Coca-Cola.
Desde que quedé sordo
mis canciones las canto yo.
Desde que no huelo, desde que no saboreo
todo me sabe bien, todo me huele bien.

Sólo el tacto me falta
para sentir correr al viento
desde donde quiera
para llevarme lejos
hasta aquí.

martes, 9 de noviembre de 2010

Libertad. Jorge M. Molinero

La libertad, a mis treinta y tantos,se empolva
en viejas camisetas del Che. Es, como dijo
Benedetti, una palabra aguda nada más.

Se escapa en teléfonos móviles, entre
las piernas de una mujer. Huye por trabajos
mal pagados, desaparece cuando todos los días
tenemos que comer.
Un amigo, una hermana. Hipotecas para casas de muñecas.
Libertad es un pájaro de alas rotas.
Dime, niña con naranjas por pechos, dime,
¿qué es la libertad?, dímelo tú, sabes que no existe.
Tú mejor que nadie, tú que eres mujer.

Aparece fugaz cuando ya no hay nada que perder.



soy jorge m. molinero, poeta minúsculo con aires de grandeza.
fuí cinturón blanco-amarillo en judo y de joven
terminé una media maratón. escribo en la juventud del otro
http://elhombreinvisible-invisible.blogspot.com

lunes, 8 de noviembre de 2010

libertad de movimiento. Ángel Rodríguez (Voltios)



11. (libertad de movimiento)

ocupan
con sus pies
el mismo asfalto
que cualquier otro

y sin embargo
esta misma tarde
fueron desalojados
a otra calle
más estrecha
          con asfalto
pero más estrecha

todo 
escondía una intención

evitar
que los vecinos
pisasen
jeringas
o pedazos
de costras
con corazón

alguien
debería explicar
a estar personas
           que en ningún momento
la acera
dejó de ser
de todos



domingo, 7 de noviembre de 2010

Sobre el borde del precipicio. Daniel Sánchez Bonet

Sobre el borde del precipicio, el solitario personaje seguía pensándoselo una y otra vez, pero finalmente, retrocedió unos pasos.

Sus excusas, se lanzaron primero.


sábado, 6 de noviembre de 2010

libertad de expresión. Ángel Rodríguez (Voltios)

7. (libertad de expresión)

no soy racista

si quieres
uso un megáfono

o te lo grito
a la cara
para que te quede
claro

NO SOY RACISTA

lo que sí me considero
y no lo voy a ocultar
es ESCORISTA

pulir la piedra
el diamante en bruto
y los pedazos que sobran

indiferentemente
del color

lengua

o costumbres

molerlos
y orinar
sobre ellos

a ver si ahogados
dejan
de dar por culo

martes, 2 de noviembre de 2010

Libertad sin ira. Begoña Leonardo

Ya no tengo vacío el recipiente del olvido

con el sentido menos común

un arisco y maltrecho álbum

me cuenta la vida.


Por si no lo recuerdo

me entra por la ventana

un aroma a malvavisco

y resuelvo el crucigrama

de mi infancia

contagiándome de varicela

por televisión.


Han anunciado con

libertad, sin ira...

Para que votes y hagas

lo que te mandan

unos sin traje

sin corbata

y sin nada más.


-Soy joven

para que me den la razón

si fuera vieja,

me dejarían tenerla...

Dice una que se parece a mi madre.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Una fugaz sensación de libertad. José Manuel Vara

“No es el tiempo el que pasa, pasamos todos nosotros.”
 Anónimo


Había un tipo de baja calaña apurando un cigarrillo en la puerta de un tugurio que era frecuentado  por perdedores como él. Lloviznaba. El despojo humano alzó la vista y escrutó el cielo. Era plomizo. Era un cielo que presagiaba malos augurios.
     El tiempo estaba sentado en cuclillas sobre un cubo de basura. Miraba al hombre con indiferencia. Mientras tanto, mascaba tabaco. Ocasionalmente, hacía estrellarse contra el suelo a un escupitajo.
     (malos augurios)
     El tipo pareció recordar algo. Consumió el cigarro hasta límites inverosímiles. Inconscientemente, se deshizo de la colilla, que acabó colándose por una fisura que, desde tiempo inmemorial-, profanaba la pureza de una boca de alcantarillado. Ésta emitió un eructo imperceptible. Pero, su glotonería aún estaba muy lejos de ser satisfecha.
     CRAAAACKKSSS.
     La puerta del antro se abrió de forma estrepitosa hacia afuera. En su trayectoria colisionó con el hombre, que fue empujado violentamente hacia delante, básicamente debido al factor sorpresa. Acabó cayendo de bruces contra el suelo fangoso de aquel hediondo callejón. Su boca, -repleta de dientes destrozados a puñetazos ayudados por ingentes cantidades de droga de todo tipo- , quedó a pocos centímetros de la grieta abierta en el suelo, por donde apenas unos segundos antes había desaparecido la desafortunada colilla impregnada de la saliva rancia del hombre. Daba la impresión de que él se hubiera arrepentido de haberla arrojado hacia aquella negrura abismal, parecía como si de un momento a otro fuera a besar el asfalto para luego succionar hacia arriba, con toda la potencia que sus pulmones le permitieran, en un angustioso intento de recuperar algo de lo que nunca debió deshacerse.
     Pero, ya era demasiado tarde.
     Un diente escapó, -tras el típico chasquido de rotura-, de la prisión de la boca. El tipo, -aún en posición yacente-, lanzó un escupitajo sanguinolento en su persecución, pero fue inútil; el diente acabó escondiéndose bajo un montón de periódicos viejos buscando alargar hasta el infinito aquella fugaz sensación de libertad.
     -“Eres un asqueroso hijo de puta, cabrón”- bramó una voz a sus espaldas.
     La voz del gigante que acaba de abrir violentamente la puerta del garito resonó por encima del callejón como si se tratara de la voz del mismísimo rey del Hades. Ascendió desafiante hacia el cielo, pero las insidiosas gotas de lluvia la obligaron a doblegarse y desistir de su intento haciéndola estrellarse contra el suelo. A pesar de ello, algunas bolsas de basura se estremecieron e intentaron ocultarse en medio de los deshechos que contenían.
     El hombre caído intentó levantarse, pero un súbito pisotón del gigante le hizo desistir en su intento psicomotriz. Luego siguieron varias patadas malintencionadas. Después, como broche final, una nueva pisada sobre el cráneo. Fue entonces cuando algo estalló dentro del cerebro del tipo de baja calaña que succionaba en la alcantarilla intentando recuperar su colilla. Los hilillos de sangre hicieron acto de presencia casi al instante… primero por la boca y luego por la nariz. Por ambos orificios. Se hace innecesario recalcar la existencia de una grave hemorragia interna a la vista de tales indicios.
     El asedio apenas duró diez minutos. Finalmente, el gigante decidió detenerse. Resopló. Se bajó la cremallera de los pantalones. Se la sacó y se puso a mear sobre el bulto humano que yacía aplastado contra un suelo que paulatinamente se iba tiñendo de rojo. Los orines absorbieron el último hálito de vida del sorbedor de alcantarillas. Después, el gigante acabó. Se volvió a subir la cremallera.
     -“Eres un asqueroso hijo de puta y esto es lo que te merecías, cabrón”- volvió a bramar el hombretón corpulento con pinta de boxeador retirado. Después, se volvió y se precipitó hacia la garganta del bar que le había vomitado minutos antes. La puerta se cerró con un nuevo chirriar de bisagras. Luego, devino el silencio.
     Algunas bolsas de basura de piel negra se tornaron blancas de forma repentina. Eso, probablemente, lo había provocado el miedo.
     De forma irreversible, el tipo del suelo estaba muriéndose. Entonces, en ese preciso instante, dejó de llover. Pero, los nubarrones siguieron ocultando la otrora esplendorosa luminosidad. La ciudad se aletargó.
     Entonces, el tiempo se levantó y miró hacia el cuerpo tirado en el suelo con indiferencia absoluta. Escupió. El escupitajo, coagulado de tabaco, se estrelló en uno de los ojos del tipo que seguía muriéndose de forma perezosa. Finalmente, algo aburrido, se giró sobre sí mismo y se fue.
     La colilla asomó tímidamente por el borde entreabierto de la alcantarilla. Miró al hombre y también le escupió al rostro partículas de nicotina. Luego, miró hacia los periódicos viejos y arrugados y le hizo un guiño al diente. Sí, ella también pudo notar aquella fugaz sensación de libertad que parecía estirarse hasta el infinito. Todo, en definitiva, volvía a tener sentido, puesto que no había sentido alguno.

FIN
José Manuel Vara
24.10.2010-17.04.1991

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