Mostrando entradas con la etiqueta la fanzine #1. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta la fanzine #1. Mostrar todas las entradas

viernes, 16 de octubre de 2009

colaboradores de La Fanzine nº1



Música: Zero, de Yeah Yeah Yeahs



- Valle Camacho
- Tino J. Prieto
- Marco Portillo
- Joaquín Aldeguer
- Beatriz M. Soto
- Y.
- Suso Sudón
- m y d
- Manuel Ugarte
- Mario Llamazares Torrao
- Fritz
- Sara R. Gallardo
- Tarha Erena
- Ana Patricia Moya
- Eva Márquez
- Ángel L. Miguel Martín
- David González
- Oswaldo Pérez Cabrera
- Nerea Ferrez
- Mauro Birlangeri
- Luis M. Hermoza
- Raúl Gutiérrez Martínez
- Daniel García
- Ángel Rodríguez (Voltios)
- Irene Ibáñez
- Sociedad de diletantes S.L
- Irene Velasco Sánchez
- Fabio Nalda
- Patricia Maestro Cueto
- Bogonaso
- Ángel González
- Silvia Rodríguez Rico
- José Ángel Barrueco
- Enrique Cabezón
- Javier Esteban Gayo
- Cristian González
- Adriana Bañares
- Sebensuí A. Sánchez
- Sara Sierra
- Begoña Leonardo
- Andrea García
- Caco Manrique
- Pepe Pereza
- Patricio Rascón
- El Kebrantaversos
- Silvia Escario
- Celia Parriego
- Eduardo Alvarado
- Manolo Campoamor
- Ginés Martínez
- Morgana Majere
- Alba Martínez

miércoles, 14 de octubre de 2009

La habitación roja (última parte)



Es domingo por la noche. No demasiado tarde. Hago que miro la televisión. Dejo pasar las horas en blanco. Suena el teléfono. Por un momento, dudo en contestar. Pero, finalmente lo hago, cojo el odioso auricular.


Voz familiar al otro lado de la línea.


Una pretendida amiga de toda la vida.


Hablamos sobre trivialidades. Como siempre. Nada personal. La llamada es para invitarme a una cena. Segundo aniversario de no sé qué. Me invita porque trabajé cuatro meses para ellos. Porque soy el que anima sus celebraciones aburridas dedicadas a gente aburrida. Acepto. No tengo otra alternativa. En el fondo, me gusta ser el centro de atención.


Me visto. Incluso me pongo una corbata. Apuro mi copa.


Salgo a la calle. Llueve. No importa.


Bebo varias Woll-Damms en los bares acostumbrados.


Me intento saciar mirando culos. Mirando a través de las botellas. Carmín. Bolso. Pelo largo. Escote pronunciado. Deseo. Inevitable.


Llego al restaurante. Demasiado pronto. Pregunto. "Sí, hay un grupo de ocho para las nueve y media". Espero. Me dirijo a la barra y pido un JB con hielo. También pido papel. Improviso un poema basado en los clavos de Cristo. Observo al hombre que me ha atendido. Sé que es homosexual. Gay. Maricón. Es el maître. Se lo hace con el escuálido personajillo que se parapeta tras la barra. Camiseta. Gafas de montura negra. Pantalón tejano desteñido. Es el que recibe. No tengo la menor duda.


Acabo el poema. No me gusta. Aniquilo el papel con una sola mano. Lo dejo sobre un cenicero. Muerto. Nadie lo leerá jamás, a menos que el propio cenicero sepa leer.


Oigo de fondo la puerta de la calle al abrirse.


Antes de mirar sé que se trata de ellos.


Acierto.


Saludos. Besos. Ojos que se desvían hacia mi vaso. Contabilizando. Un gasto más para la puta cuenta. Me río para mis adentros. Aurora mirándome desde sus ojos claros como el mar. Tengo un presentimiento. Sé que esa misma noche me lo haré con ella.


Nos sentamos. Risas. Fotos. Pedimos bebida y comida.


No recuerdo lo que pido para comer. No recuerdo si lo como.


Aparece el cava. De marca. De calidad.


De fondo suena Prince. "Under the cherry moon".


Brindamos. Hacemos ver que nos importamos.


El arte de mentir como clave de las relaciones sociales.


Dos hombres, un tercero dudoso. Cuatro mujeres. Una de ellas casada y con dos hijos. Quizá, demasiado realista, demasiado madura. Adulta. Odiosamente adulta. A pesar de ello, es la que mejor me cae. La que más deseo.


La cosa prosigue su curso. Más cava. Engullo. Bebo.


Miro a Aurora. Me mira.


Decido que es la hora del lucimiento.


Improviso cuatro poemas. Para cada una de ellas. Sorprendo. Sonrisas. Soy rápido escribiendo. Agradecimiento. Lo acepto.


Poso para más fotografías. Hago muecas. Lo que ellas quieren.


Cambio de lugar. Pierdo la noción del tiempo. Última copa en un pub de moda. Élite.


Voy al lavabo. Meo fuera de la taza. Me dan asco estos sitios.


Bajo. Pregunto si hay teléfono. Llamo.


La llamo. A la habitación roja. A ella.


La cito para dentro de dos horas. Le propongo un trío. Acepta. Ya se lo ha hecho con más mujeres.


Vuelvo a la mesa.


Suena un blues. Cojo a Aurora de la mano. Bailamos. Deslizo las manos por su espalda. Por sus brazos. Por sus nalgas. Mi pretendida amiga de toda la vida nos observa desde su silla. Los demás también. Miro a mi pareja al centro de los ojos. Me sonríe. Le lanzo rayos invisibles de seducción. Noto cómo sus pezones se van poniendo duros. Y el olor característico de la excitación.


Fin de la canción.


Fin de la farsa.


Nos vamos. Los demás se quedan. Alucinando.


Les sigue sorprendiendo lo que está fuera de la norma. O lo que no sigue los conductos reglamentarios. En definitiva, lo que se escapa a su control.


Lo siguiente, la amnesia lagunar causada por el alcohol.


Después, Aurora desnuda bajo mi cuerpo desnudo.


Creo que me ha suplicado. Que me ha implorado. Llorando.


Y yo no le he hecho ni puto caso.


Ahora está gimiendo. Entregada al placer.


Me siento generoso esta noche. Infinitamente generoso.


Se corre. Su cuerpo se estremece.


Yo ni siquiera he eyaculado. No tengo prisa.


Salgo de su interior. Me levanto. Busco con la mirada la botella de whisky. La encuentro. La poseo. Me sacio.


Aurora se acurruca sobre la moqueta. Piernas juntas. Manos entre las piernas. Sigue estremeciéndose. Pronunciando mi nombre. Jadeando mi nombre. Pidiendo más.


Suena el timbre de la puerta. Es la hora.


Ella entra.


Observa la escena. Me quita la botella de las manos.


Se desnuda.


Nos sumergimos en la locura. Todo está permitido.


Lo último que recuerdo, el cuello de la botella de JB introducido en el recto de Aurora. Su boca en mi polla. Succionando. Ella, gritando. Segregando. Fin de la lucidez de la memoria. Sueño. Inconsciencia. Pesadilla.






Pesadilla.


Hay cuchillas de afeitar en su boca. Cuchillas en lugar de dientes. Y su boca está sobre el pene endurecido de su amante habitual. Sé lo que va a hacer.


Me mira.


Asiento con la cabeza.


Cierra la boca.


Grito.


Despierto. Envuelto en una fina película de sudor frío. Miedo. Silencio. Oscuridad.






El blanco hiriente de mi habitación de hospital.


Cierro los ojos una vez más. Me entrego a los recuerdos.


Dejo que hagan lo que quieran conmigo.


Me veo a mí mismo hablando.


Mintiendo.


-…es curioso… has dicho que soy un parásito… dices que vivo por y para ti, pero sabes lo que pienso… pienso que tú sin mí tampoco eres nadie, Dios no es nadie si no tiene quien le adore, un rey no es nadie si carece de súbditos… ¿te has dado cuenta de eso?.


- No es tan simple, además, ese es un pensamiento demasiado elaborado para ti.


-Sí, ya sé que siempre has puesto en duda mi inteligencia, pero te has equivocado, como con tantas otras cosas. ¿Sabes lo que me pasaba en realidad?. Sencillamente, era demasiado introvertido. Es algo tan simple como eso. Es lo que le pasa a mucha gente, ¿no lo sabías?... La gente se encierra en sí misma y elabora un mundo interior, demasiado complejo… y eso supone que visto desde el exterior uno parezca casi un autista, pero no por ello es menos inteligente, quizá ese ha sido también uno de tus errores….


-Tú sigues dependiendo de mí, eso no ha cambiado. ¿Cómo explicas esto?.


-¡Te necesito!.


-¿Me necesitas?, ¿eso lo explica todo?, ¿ahí se resume todo, en esas dos palabras?, ¿te ne-ce-si-to?. No me convence, ya no me convences… ya no me puedes convencer. Por eso, creo que te voy a dejar, no me das otra opción, no tiene sentido seguir así, no tiene ningún sentido, ¿sabes?. Creo que me das asco, ya no soporto ni mirarte a la cara, ni tus caricias… ¡son tan frías, tan vacías!. Sólo sirves para recibir, nunca podrás dar nada a cambio, eres… eres como un vampiro, sí, eso es lo que eres… un vampiro, pero un vampiro sin iniciativa, un vampiro al que hay que dirigir a la yugular para que se alimente, para que succione la sangre porque si no moriría… por eso voy a dejarte, no quiero guiarte más veces hasta mi propia yugular, creo que ya te he dado demasiada sangre… ¿qué me has dado tú a cambio?, ¿tu amor?... tú puedes llamar amor a lo que te dé la gana, pero tú no sabes lo que significa amar…


-Me duele que seas tan dura conmigo…


-Yo creo que no soy lo suficientemente dura, cariño. Sabes que aún puedo ser más cruel.


- Sí, lo sé, me das miedo, me das mucho miedo.


-Pero eso no es suficiente para que siga atada a ti, no me sirve, ya no, necesito más. Necesito emociones fuertes, sensaciones nuevas, sentirme deseada. Tú ya no me deseas…


-¡Eso es mentira!.


-No estoy tan segura de ello.


-¿Cómo puedo demostrártelo?


-¿No crees que ya es demasiado tarde para eso?.


-He leído en alguna parte que nunca es demasiado tarde para nada…


-En nuestro caso, cariño, creo que sí… que ha llegado el fin.


Pausa.


Se enciende un cigarrillo.


El humo se enreda en su pelo.


Sé que habla en serio.


Y me duele.


Es el principio del fin.


La observo. Miro la punta del cigarrillo. Cómo se consume. Entre sus dedos, el encendedor gira interminablemente. Está muy seria. Seria. Vacía.


-En el fondo, creo que ambos sabíamos que esto iba a pasar. Tengo que desprenderme de ti como uno se desprende de algo molesto.


-¿No lo dirás en serio?, no creo que pudiera soportarlo.


-Sí, de eso estoy segura.


-Entonces, ¿por qué lo haces?.


-Porque es lo que debo hacer.


Suspira.


Da una calada al cigarrillo. Volutas de humo vuelan hacia el techo, creando una fugaz brumosidad. Descifro las formas que se crean siguiendo los caprichosos designios del azar.


Acerco una mano temblorosa hacia su mejilla.


Me da miedo rozarla. Pero, finalmente, lo hago.


Ella, por toda respuesta, gira la cara hacia el lado contrario. Retirándose. Rechazándome. Y no insisto. Sé que tiene razón. Que todo es inútil. Que todo está perdido. Que es el fin.


Ella, algo más tarde, se limita a confirmarlo con palabras.


-Sabes que es inútil. No sirve, ya nada sirve. Voy a dejarte, pero eso es lo único que tiene sentido ahora, ¡dejarte!, pero quizá no todo esté perdido para ti como cuando Meri se mató… ella lo hizo, tú lo intentaste, pero no supiste hacerlo, y ya te he dicho antes por qué, porque siempre has necesitado alguien que te guíe, alguien que te diga lo que debes hacer…¡hasta ese punto eres dependiente!, ¡Dios, qué asco que me das!... pero, ¿sabes?, en el fondo me siento muy generosa… te voy a dejar, sí, pero vas a tener una oportunidad de ser alguien por una vez en la vida, de dar algo por alguien, de demostrar que me quieres más que a tu propia vida.


Te estoy ofreciendo tu muerte, tu suicidio, antes de que te deje para siempre… abandonado a tu suerte. Puedes hacerlo, después será demasiado tarde y tu muerte será algo absurdo. De todas formas, cuando yo me vaya tú dejarás de existir de una manera u otra, porque no creo que puedas superar el vacío… volver a empezar de cero… no creo que encuentres a nadie que te aguante como yo lo he hecho…¡lo sabes!... todo lo que hagas a partir de ese momento será completamente inútil… sí que lo sabes y sabes que estoy hablando muy en serio… ¡tú decides!...


-No te creo, no creo que seas capaz de abandonarme de esta manera.


No intentes forzar la situación, no intentes reparar lo irreparable, no precipites las cosas, esa es mi oferta… sabes que no me voy a echar atrás… me conoces demasiado bien… demasiado bien.


Me levanto.


Estoy aturdido.


Huyo. Doy vueltas por la habitación roja. Claustrofobia. Miedo.


Dolor.


-Me iré mañana al amanecer, ese es el tiempo que te concedo, sólo tienes una noche para decidirte… mañana será tarde… eso es lo único que te queda por hacer… aún puedes demostrarme algo, porque sabes que la única manera que tienes para demostrarme que me quieres de verdad es dando tu vida por mí.


Enmudece.


Jamás la volveré a oír hablar.


Nos permitimos el lujo de dejar que el silencio cohabite con la habitación roja.


Me levanto. Voy hacia un rincón. Me siento. Me postro. Me vuelvo infinitamente diminuto. Ansia de desaparecer. De no existir.


Ella se enrosca sobre sí misma. Postura fetal. Evidentemente.


Después, el recuerdo se torna impreciso.


Sabor salado inundándome la boca. Agua en los pulmones. Mojada sequedad en la nariz. La muerte tan lejos. La muerte tan cerca.






Rojo.


No. Es blanco. Habitación de hospital.


Batas blancas volando a mi alrededor. Por todas partes. Sonrisas. Una voz amable de hombre. Mi médico. Me confirma mis más terribles temores. Es decir, me da el alta. Y me aconseja que aproveche mi tiempo y que no cometa más tonterías. Asiento con la cabeza. No le estoy haciendo el menor caso. Después de eso, se va. Desaparece como si nunca hubiera existido. Entonces, me quedo solo. Solo, a excepción del miedo que comienza a brotar desde lo más hondo de mis entrañas. Y todo a causa de ella. De ella y la habitación roja.


De repente, dejo de escuchar los sonidos.


Escucho nada.


Voy hacia la ventana y miro hacia abajo. Hacia la calle.


Disfruto con la atracción que me produce el abismo que se muestra poderosamente seductor ante mí.


Vértigo.


Abro la ventana. Con tranquilidad. Sin prisas. Sin nervios. Siento que tengo todo bajo control. Absolutamente todo.


Miro hacia abajo.


Cuando consigo reaccionar, me descubro cayendo.


Cayendo.


En el vacío.


Hacia la calle. La huída de la habitación roja. La huída definitiva.


Finalmente, me estrello contra una superficie no demasiado dura, aunque lo suficiente como para que mi cabeza estalle por dentro.


Rojo. Rojo muerte. Ese es el color del techo del coche sobre el que me estoy desangrando. Hasta la consumición del último hálito de vida. Del último suspiro.


Frenazo.


Salgo despedido en un dramático vuelo final.


Mi alma, si es que alguna vez la tuve, escapa de mi cuerpo, de tal manera que puedo verme tirado allá abajo, sobre un asfalto increíblemente gris oscuro. Gris caótico.


Entonces, dejo de ver. De percibir con claridad.


De lo único que soy consciente es de la oscuridad que comienza a engullirme con voracidad animal.


Negrura.


Es como si me precipitara en el interior del agujero de su culo. El culo de ella.


Es mi último pensamiento.


Luego, muero.


Muero. Concluyo. Y esta vez es algo irreversible.










Fin


Octubre de 1992











jueves, 8 de octubre de 2009

Ornitorrinco. m y d

Messenger, 04:21h.

ornitorrinco. guanche comanche. peluquera compulsiva. banquete de corazón. churrera frustrada. topología de grasa liposuccionada. manifestación de hormigas vagas. ascensor de LSD. trampa de queso para pulgares. very best of Elton John. yellow submarine. tarta argentina de pez muerto. jarabe de moscas tsé tsé con tropezones de pasas. vía muerta sobre el planeta marte. grano de pus en la mitocondria de un pijo. J con corbata de El Precio Justo. P de azafato de El Telecupón. sine qua non. o sin, quién sabe. motu propriooooo. improperio propiamente impropio. rosa rosae. primera inclinación. Calvin Klein. Hubo Boss sin reglas. sección de perfume y traducción de Quevedo. horma de calcetines de dedos antideslizantes en una fábrica de chicles rellenos. papel de plástico. funeral de espuma. petas zetas de sex shop. tetas de ZP. pis de calimocho. calipis de mocho. setas gigantes. tetas y guisantes. ¿te guiso las tetas? ¿te siso la guita? guitarra jipi en lago flácido.

Tengo que dejarte.

Un beso.

m y d

martes, 6 de octubre de 2009

La habitacion roja #6



-… recuerdo que de niña sentía una insaciable curiosidad por la oscuridad. No me atraía lo que pudiera ocultarse en ella, fuera real o imaginario, lo que realmente me fascinaba era la oscuridad en sí. La negación de la luz.

Solía escaparme de casa por las noches, sin que mis padres me vieran, y me adentraba en la oscuridad de un bosque cercano que conocía como la palma de mi mano… me excitaba, sí, me excitaba mucho dejarme embriagar por aquellas sensaciones en estado puro, un clímax de placer y terror infantil, algo indefinible.

Una de esas noches de escapadas solitarias descubrí el túnel. Recuerdo que había luna llena. De no ser así supongo que jamás lo habría encontrado. Mi mente de niña quedó fascinada y comencé a fantasear, a imaginar que aquella era una puerta reservada exclusivamente para mí, una puerta que, con toda seguridad, me conduciría al corazón mismo de la oscuridad. Finalmente, me decidí a entrar. Me palpé el bolsillo del pantalón y noté el bulto familiar y protector de la linterna que siempre llevaba conmigo en aquellas excursiones. La llevaba por si descubría algo especialmente interesante y puede que para mitigar cualquier arrebato de miedo, por tenue que éste fuese.

Tomé aire y me zambullí en la negrura. De inmediato, me invadió una especie de euforia. Era feliz. Esa era la sensación que me embargaba. Llegó un momento en que perdí por completo la noción del tiempo y todo parecía formar parte de un sueño monocolor…

Corta su relato bruscamente para pedirme que le acerque el tabaco. Lo hago, consciente de que en mi rostro se puede apreciar cierto esbozo de frustración. Ella sonríe levemente. Sin mirarme. Después, tras encender un cigarrillo, prosigue su historia.

-…recuerdo que llevaba mucho tiempo dentro del túnel y aún no había encontrado nada que, a mi entender, pudiera tener algo que ver con el corazón de la oscuridad. Fue entonces cuando sucedió. Tropecé con algo voluminoso y duro y fui a parar de bruces contra el suelo. Noté la humedad en mi cara y un olor a podrido y acosas muertas me inundó la nariz… algo me cogió del pié… me dí entonces cuenta de que el miedo había llegado sin avisar y se había instalado en mi garganta, ya que grité con todas mis fuerzas, pero lo único que pude escuchar fueron unos gorgoteos agonizantes que provenían de algún lugar indeterminado de la negrura que se extendía delante de mis desorbitados ojos… mi grito había muerto en mi garganta al igual que mi cordura, que acaba de escapar a toda velocidad de mi mente…

Me quedé quieta, paralizada por un terror que cada vez se iba haciendo más y más tangible. Noté que una mano o lo que parecía una mano me recorría las piernas mientras la otra seguía tirando de mí arrastrándome por el suelo… fue en ese momento cuando recordé la linterna y decidí hacer uso de ella. La cogí y la encendí. Entonces pude ver a la bestia, la bestia que formaría parte de mí y de mis pesadillas durante los años venideros…

Ahora sé que sólo se trataba de un viejo mendigo borracho que se había metido en aquel túnel para dormir, pero para una niña de once años era la forma de terror más abominable que podía imaginar… recuerdo que el viejo estaba desnudo a excepción de unos harapos llenos de mugre que le cubrían parcialmente las piernas, surcadas de heridas y ronchas… su pene estaba a la vista, encogido y viejo y sucio… unos gusanos ciegos lo recorrían de arriba abajo, como en una procesión de mal gusto… consiguió agarrarme de la cabeza y tiró de mí de tal manera que caí entre sus piernas… el hedor me dio un puñetazo en el cerebro y tuve que reprimir un primer acceso de vómito… apreté los labios para evitar que nada entrara en mi boca… pude notar los gusanos arrastrándose sobre mis labios y también como la polla de aquel viejo hijo de puta se iba poniendo tiesa contra mis mejillas… aquello fue insoportable, pero lo peor vino después, cuando me dijo que se la chupara… menudo cabrón de mierda, cómo debía estar disfrutando de mi miedo. Abrí la boca y me la metí, pero en vez de chupar preferí morder, morder con rabia animal… entonces, el tipo me soltó dando alaridos y aproveché para salir corriendo, con la linterna en la mano y el miedo agarrado a mi espalda…

…bueno, lo que viene después carece de toda importancia… en mi vida adulta tardé bastante en comprobar que tener una polla en la boca no es nada repugnante. Eso es todo.

Y se decide a concluir.

-Para ser una historia infantil, no tiene desperdicio, ¿no crees?.

Y yo, pienso en el fondo, que todo lo que me acaba de contar no es más que una mentira mediocre. Como mi propia vida junto a ella.

Ella.


Tengo visita.

Mi amante habitual con ojos de resaca de llanto.

Me trae un libro y un puñado de reproches.

Acepto el papel que me otorga en nuestra función. Nuestra farsa particular.

Se contiene.

Veo las uñas de sus manos descuidadas. Mordidas.

Es una visita breve.

Renuncia. Es más de lo que puede soportar. Escapa.

Sé que nunca más la volveré a ver.

Desaparece por la puerta de la habitación del hospital.

La enfermera entra con las bandejas de la comida.

He perdido el apetito.

He perdido todo.

Perdido.




Estamos los tres en la habitación roja.

Ella. Su amante habitual. Yo. Y mi cámara fotográfica.

Verbalizamos historias intrascendentes.

Sopor. Atmósfera. La habitación roja como hipnosis.

La cámara está entre mis manos.

Ella. Su boca recorriendo el cuerpo sumiso de su amante habitual. Encuentra lo que andaba buscando. El miembro sin circuncidar. Lo engulle.

Click. Flash. Click. Flash. Fotografío.

Nuestros juegos son cada vez más peligrosos.

Somos conscientes de ello.

Pero no deja de ser un juego.

Y nos encanta jugar.





Recuerdo la primera noche.

Su aliento sobre mi cara. Alcohol rancio.

Cuatro horas previas hablando sobre nuestras tediosas vidas. Entre sorbo y sorbo de whisky comprado en una gasolinera.

Su culo bajo mis manos. Entre mis dedos.

Ella sobre mí.

Grandes pechos contra mi pecho.

Puedo notar sus pezones ardiendo. Hirviendo.

Su ninfómano clítoris restregándose contra mi erección.

Sus gritos reventando las paredes que nos rodean. Los muros de contención de nuestra cordura. Imagino las grietas.

Su grieta me atrapa. Me obliga a entrar. Más hondo. Más hondo.

Hondo.

Negro.

Finalmente, mi erección entre sus tetas. Mi semen escupido contra su cuello. Su cuello blanco. Blanco. Pegajoso. Su lengua en mi glande. Apurando las últimas gotas. Gotas blancas. Me he corrido. Mi espalda contra el frío suelo. Me he dejado caer. Extenuado. Su entrega me agota. Me consume. Está tumbada boca abajo. Se ha dado la vuelta. Piernas abiertas. Brazos extendidos por encima de la cabeza. Palmas de las manos contra el suelo. Cabeza ladeada. Mirándome. Y el semen resbalando. Fundido en negro.

La banda sonora: el intermitente sonido de los coches.

Lejos. Muy lejos. Infinitamente lejos.







Estoy de pie. En el lavabo del hospital. Mirando por la ventana. Observando el efecto del viento en las ramas de los árboles. En las hojas. Meciendo. Vaivén. Caricia.

Recuerdo.

Recuerdo a mi madre en la cama del hospital.

Hace años de eso.

Su mirada.

Su sonrisa cada vez que iba a visitarla.

El cáncer extendiéndose por su frágil cuerpo.

Su muerte.

Sus manos entre mis manos.

Una última lágrima escapando de sus ojos.

Dolor en mi corazón y, sobre todo, en mi cerebro.

Odié a Dios por eso.

Odié.

Las hojas siguen estremeciéndose.

El verde inundándolo todo.




Es de noche.

Estoy solo.

Tiempo presente.

Lloro por mi madre. Por mi amante habitual. Por mí.

Pérdida.

Lloro.

Me entristezco.

Me muero un poco más por dentro.

Me muero.

Las rayas de la mano hablan por sí mismas.

Inevitabilidad.

Destrucción interior.

¡Quiero morirme!






Ella me acusa de ser un parásito.

Reacciono. Pero no demasiado. Estoy cansado de todo esto.

-…sabes perfectamente que eso no es cierto… hay algo de verdad en todo lo que has dicho, no voy a negarlo… pero yo, desde luego, no soy un parásito, nunca lo he sido-, enmudezco esperando su nuevo ataque, que no tarda mucho en llegar. Era previsible.

-¿Qué hiciste cuándo Meri se mató?. Intentaste seguirla a donde quiera que fuese, pero ni siquiera lo lograste, no conseguiste acabar con tu vida. Hubieras necesitado de alguien que te guiara, que te dijera cómo hacerlo…-. Hace una breve pausa para beber.-…¿Qué harías si yo me suicidara?¿Si yo te dejara?,¿matarte?. Toda tu vida has sido un perdedor, eso está claro… no puedes negarlo.

-De acuerdo, no voy a negarlo… pero tú no eres mi dios.

Miento. Ella lo sabe.

-¿Y qué soy entonces?,¿Satanás?, ¿tu purgatorio particular?...

-…eres una persona que conocí un día en un bar, una persona de la que creí haberme enamorado, una persona con sentimientos, una persona como las demás, llena de defectos y de virtudes, de inseguridades, de miedos… como yo… una alma triste en busca de calor… de ternura… ¿tanto cuesta compartir un poco de ternura?.

Ella hace una mueca de asco que no se preocupa de disimular. Más aún, lo exagera.

La entiendo.

Prosigo.

-…sabes que siempre te he querido, y sabes perfectamente que haría cualquier cosa por ti… por eso no puedo entender por qué te empeñas en atormentarme, en hacerme daño.

Se levanta súbitamente. La botella en la mano. Odio contenido en la mirada. Grita. A veces, pierde el control.

-¿No lo entiendes… de verdad que no lo entiendes?... Te atormento porque eso es lo que quieres, porque eso es lo que das a entender con todos y cada uno de tus gestos.

Da vueltas por la habitación roja.

Como una fiera enjaulada.

-Supongo que esa es tu manera de ver las cosas…

-¿Mi manera de ver las cosas?, ¿es que hay otra manera?, ¿o es que tú las ves de otra manera?... ¿qué pretendes decirme?.

-Quizás no te guste lo que pueda decir…

-No creo que nada de lo que puedas decir me sorprenda.

-A veces me gustaría poder odiarte…

-Todo el mundo puede odiar si se lo propone, te aseguro que no es nada difícil.

-Quizá para ti sea sencillo… yo nunca he odiado a nadie, salvo a mí mismo.

-Eso no me sorprende lo más mínimo, más aún, es típico de ti… casi puedo creer que sea cierto eso de que nunca has odiado a nadie, pero hay una cosa de la que sí estoy absolutamente segura… y es de que tú nunca has amado a nadie… ¿te has enamorado alguna vez?... no, yo creo que no, no tienes esa capacidad… la capacidad de amar… de transmitir cosas… ¿sabes?, pienso que eres una nulidad… algo así como un espejo… por una cara totalmente opaco y por la otra sólo reflejas aquello que se pone delante de ti… ahora soy yo la que está delante de ti… no hay nadie más en tu mundo, y si yo me voy tu mundo se derrumba, deja de existir… así como un espejo no tiene sentido de ser si no hay nadie delante de él mirándose a sí mismo… y lo curioso es que no te das cuenta de que el espejo está ahí… no piensas en él como tal, te miras a ti, no al espejo…el espejo no es más que un instrumento… quizás ese sea tu problema… y es un problema sin solución… tu vida está en un pozo sin fondo… está seco por dentro… a veces, dudo de que tengas alma, aunque quizá sí la tuviste alguna vez… pero es como si te hubieras desprendido de ella, ya sabes, como las serpientes hacen con su piel… es como si te hubieras arrastrado por el infierno y te hubieras desprendido de tu alma porque de nada te servía… tu dependencia te vuelve absorbente… quizá fue eso lo que llevó a Meri a suicidarse, quizá no era lo suficientemente fuerte… le pedías demasiado… ¿sabes?, llega un momento en que tu sumisión se vuelve odiosa… siempre has estado dominado voluntariamente… infinitamente sumiso… nunca levantas la voz, siempre dices que sí… al principio engañas, das otra impresión… puedes parecer el amante perfecto, pero es todo lo contrario… puede que Meri se diera cuenta demasiado tarde, puede que tú te equivocaras pensando que ella era lo suficientemente fuerte como para dirigir vuestra relación… vuestra vida. Pero no fue así, ¿verdad?. Creo que ella no lo pudo soportar más, sencillamente, estalló por dentro… por eso se suicidó… por eso acabó con todo… por eso tú sin mí no tienes sentido… me gustaría saber a cuántas mujeres has destrozado la vida…

Concluye.

Se deja caer sobre la cama. A mi lado. Lejos de mí.

-Es triste… pero me da la impresión de que el amor por ti misma no conoce límites.

-¿Sabes?, eso no es lo más triste… lo verdaderamente triste es que después de dos años te des cuenta ahora de qué va esta historia…

Me mira.

Me ofrece whisky. Como siempre.

Lo acepto.

Se aproxima. Se tiende encima de mí.

Labios contra labios. Me muerde. Chupa la sangre.

Follamos como si nos fuera la vida en ello.

La habitación roja nos observa.

Lascivamente.

Roja.






(Fin de la penúltima parte)

lunes, 5 de octubre de 2009

NOTA INTERNA . Ángel González González

En la tarde de hoy, válgame Dios, alrededor de las 19 treinta, y más concretamente a la hora en que me encontraba inmersa en un grave dilema existencial a propósito de mi inevitable separación conyugal a tenor de cierta historia basada en la depreciación o desgaste elíptico del amor que mi pareja y yo misma venimos profesando tiempo atrás, vino a verme un alumno del curso de Explanación: Federico Luis De Los Santos, para decirme que quería dar queja del Centro.

Antes de darle dicho papel perfectamente homologado por el Ministerio de Cultura y con membrete oficial de la Comunidad de Madrid, para que lo cumplimentara, lo cual hice después, después pero acto seguido, no sé si me entiende..., le propongo que me cuente con calma los hechos acaecidos y que me explique congruentemente la parte de culpa que este Centro Formativo tendría en su queja.

Me dice que preferiría que cuando él refiriese lo que había pasado, al menos estuviera yo sentada y mirándole a la cara, que se le hacía raro que cuando él contara su “película” yo hurgara de rodillas en el cajón de mi escritorio buscando una barra de pegamento escolar porque me daba asco lamer la zona engomada del sobre, también oficial, donde le pediría a Vd, un permiso extraordinario de tres días para arreglar los papeles del divorcio. Que por favor, le atienda debidamente, cosa que también hice nada más que acabé de escuchar su petición.

También me cuenta que estaba harto de que hubiera “unos listos” y “otros tontos” a la hora de coger la máquina; que después del descanso de la tarde, un compañero: John Obama estaba subido a la excavadora, fuera del tiempo con que cada uno contaba para realizar su práctica, porque se lo estaba pasando realmente bien, muchísimo más de lo acostumbrado que cuando ocurrían aquellas rencillas entre colegas a santo de si él debía dinero a no sé quién por la compra de algunas innombrables sustancias químicas prohibidas..

Se insultaron. Federico le dijo a Jhon que era un inútil (en ese momento le apremio a que no dé tantos rodeos porque se me echa el tiempo encima y debo tocar la sirena para que todos nos vayamos a casa). La hermana de Jhon: Lisa Obama, acudió al lugar de los hechos al apercibirse que se estaban metiendo con su hermano y le dijo (a Federico): inútil tu abuela.

Federico me comentó que no pudo reprimir cierto impulso neurótico, esquizofrénico o como se diga, de matar al alguien al oír tal alocución o pensamiento o idea no contrastada, etcétera, y se fue hacie ella, que estaba sentada en un banco rompiendo en varios pedazos asimétricos una hoja que había cogido del seto sito a sus espaldas.

Y que inesperadamente Gloria, sin mediar más alocuciones o pensamientos o etcéteras, le puso el pie en el estómago para pararlo.

Prosiguió que el desenlace de todo ese tipo de procesos-escarnio-alusivos que se fundamentan en la familia de uno mismo, tiende por su propio peso al desastre y que él ya había pasado demasiado tiempo entre rejas, pero no refirió el motivo de su ingreso en prisión por más que intenté sonsacarle algunos datos. Le ruego que si se entera de algo, por favor, me lo haga llegar a mi correo electrónico: abelinaquesada@gmail.cooom.

Juan W. López, otro alumno del curso, viendo que Federico se aproximaba hacia Gloria, le paró el brazo diciéndole: “Tú no pegas a una mujer”, y le dio un puñetazo desde atrás en la mandíbula.

Federico me dijo: “Yo no sé si al final le hubiera pegado a Gloria, porque no soy agresivo y nunca le he pegado a nadie; pero estaba muy dolido porque mi abuela siempre me ha hecho flan de huevo casero, me daba unos dineritos que me venían muy bien, y tenía noventa y tantos años” (No recuerdo bien el dato).

Después de salir del despacho para entrevistarse con el profesor y tratar este importante hecho del cual no tuve la menor duda que el profesor debía de estar al corriente, logré encontrar el pegamento en barra anteriormente mencionado y que se encontraba eclipsado por unas revistas atrasadas de Mujer Al Día, que había dejado en el segundo cajón empezando por la izquierda del escritorio, justo al lado de unos cartuchos de tinta de impresora Epson, que tenía guardados para cuando mi hijo finiquitara los que tenía puestos en la de casa.

Poco después mandé llamar a los demás partícipes en la contienda, los cuales me contaron más o menos lo mismo, y toqué la sirena, misión que siempre realizo con total y canónica puntualidad.

Fdo: La Encargada de Turno de la Tarde (ETT)




ÁNGEL GONZÁLEZ GONZÁLEZ

-Nació en Navalmoral de la Mata, en 1974

-Es artista plástico, narrador recalcitrante y poeta famélico, a partes iguales.

-Ha publicado textos en papel en algunas ocasiones y en algunos, más bien pocos, medios virtuales.

-También es autor de los siguientes poemarios inéditos:

El cuaderno rojo

Flores secas y sueños del olvido

Memoria de los versos sepultados

Diálogos con el muerto

El camino equivocado

Voces descontroladas

Un abrevadero de actos cotidianos

Poemas acuáticos

Por los cuatro costados

Lejos de los polos, a las hojas más bajas, antes de que se extingan.

El trash Metal de Ilabi

Vivir como ahora.

-Y además ha escrito estas dos novelas:

Tres mil quinientos pollos deshuesados

El gobernador de La Cerca

- Como no le gusta el deporte, practica con asiduidad el Relato Corto, aunque a veces se haga demasiado largo.

-Tiene Blog: http://angelgonzalezgonzalezpoeta.blogspot.com/

-Ángel González González aspira a que su hijo le haga caso y a que su mujer le siga dando cuartel con lo de la Phobia a la Plancha y con esa manía de dejarlo todo lleno de pintura.

domingo, 4 de octubre de 2009

Pobre + Yo Mismo. Yordi (Y.)




Yordi (Y.)

Nace el 23 de abril de 1981, y aún hoy sigue arrastrando las consecuencias de este error involuntario.

Hace mucho decidió hacerse bufón, pensando que en este mundo, lo mejor era ponerse de lado de los tontos, de los niños y de los locos que, normalmente, son los que siempre tienen razón. Por eso ha formado parte de diversos grupos de teatro y actualmente es actor y otras cosas en el grupo Nebel.

A parte de eso, ha dibujado chistes para algunos fanzines muy simpáticos; chistes en los que los señores tienen todos las narices muy grandes y los brazos muy largos.

Así va andando por la vida, pensando si debería dejarse el bigote o si habrá tortilla de patatas para cenar. Quién sabe a dónde irá, pero que va es casi seguro.


http://unayconunpunto.blogspot.com/


http://chokocartoons.blogspot.com/


sábado, 3 de octubre de 2009

Taetra Lacrima. Silvia Rodríguez Rico

El camisón veis ondeaba al viento. La noche estaba guerrera y el fuerte viento golpeaba los fríos muros del castillo. Estaba en la torre más alta. La luna la alumbraba porque ella era la protagonista, la figura más importante aquella noche. Su triste mirada azul mar lograba escudriñar todo el reino. Las luces de las casitas estaban ausentes y no se podía ver el horizonte más allá de la muralla de la pequeña oppidum. La niebla se mecía en las ramas desnudas y flacas de los altos árboles. Los ojos luminosos de algún gato curioso la observaban al acecho desde abajo.

Apartó los largos mechones de pelo rizado de su cara, dejo caer la vela que sostenía y que había sido su guía hasta entonces. El viento azotaba cada vez más fuerte. Una lágrima escapó de sus ojos, cayendo al vacío y rompiéndose en el suelo como mil y un pedazos de fino cristal. Sonrió. Y dejó su cuerpo a merced del viento, que la hizo caer de la torre, deslizándose sin cesar como la lágrima, una lágrima pesada.

Mientras caía no dejo de sonreír, y aún conservaba esa tranquila sonrisa una vez que el cuerpo se había estrellado contra el suelo y la brillante sangre teñía el camisón. Los huesos se habían roto en mil y un pedazos y los hematomas afloraban a su inerte cuerpo como las amapolas en primavera. Pero la sonrisa aun permanecía en su boca de donde brotaba la sangre y los trozos de dientes rotos.


Silvia Rodríguez Rico nació en Valladolid en 1987 y estudia Filología Hispánica y Teoría de la literatura y literatura comparada en dicha ciudad. Es cuentacuentos y aficionada al teatro pero las letras le han perseguido desde siempre.

Ha publicado sus relatos en los fanzines riojanos Caña y Destapa Nº4, Degeneración Espontánea Nº4 y también en El Elefante Rosa, Edición Granada Nº14. Además su cuento La princesa farandulera se encuentra publicado por la Taberna Encanta en una edición especial titulada Cuéntame un cuento, con motivo de su I Concurso de cuentacuentos.

Actualmente escribe en su blog http://desdelaisladelesbos.blogspot.com

viernes, 2 de octubre de 2009

nO. Luis M. Hermoza.


*

no

voy a tener un coche ecológico
no
voy a tirar menos de la cadena del wáter
no
dejaré de contaminar los ríos

ni apagaré el aire acondicionado
ni desenchufaré la nevera
ni diré menos mentiras






la tierra
que desaparezca poco a poco
tan lento como cae una noche
en el más profundo de los abismos



no ceder el asiento
no tener cuidado con los niños en la calle

en el metro
en los parques
en las escuelas

que el dolor curta sus huesos como al mármol

no
daré limosna al mendigo
no
visitaré al enfermo
y el preso
puede morir entre barrotes sin que me perturbe

yo
tendré un bosque y una casa en medio
–por fuera piedra fuerte por dentro madera–

cubrirá todas mis necesidades perniciosas

la habitarán mis mujeres y mis hombres
algunos de ellos transexuales
todos serán mis esclavos
todos serán jóvenes y bellos

cualquiera que se asome sucumbirá a mis caprichos

andaremos desnudos en verano y cubiertos en invierno

tendré animales perros gatos cabras caballos

agotaré la riqueza de la tierra de mis hectáreas
succionaré toda la savia de sus árboles
comeré todos los seres vivos que la habiten

me llevaré mi tierra conmigo cuando muera
mi especie de consumidores salvajes

no
no voy a hacer bondades
no
no voy a ser el ángel blanco que toca el arpa
seré el diablo desnudo y rojo que agoniza y vive para siempre



Luis M. Hermoza (Lima, 1977)
Vive en Barcelona. Es licenciado en Filología Románica por la Universidad de Barcelona. En Lima estudió literatura hispanoamericana en la PUCP. Dirige la revista digital La Siega, literatura arte cultura (www.lasiega.org) y la publicación Simiostein: primer zine cornelista. Tiene una novela y un libro de poesía acabados e inéditos.

jueves, 1 de octubre de 2009

FRíO. Oswaldo Pérez Cabrera.

En la última estación espero por Frío. En este último resquicio del poblado sólo existe el sopor. La ausencia de gente lo enfría todo. La nausea se explaya por mi nariz. Con la piel descarapelada la sal se resiste al do sostenido. El caparazón se resiente con las astillas climáticas. Las burbujas se convierten en piedras pomez por la atmósfera pesada. Frío se disfraza de herida, me dispara despiadadamente, pero ya la costra que cargo es gruesa, cubre mi corazón hecho de diorita. Una coraza endémica en la bioma de mi imaginación. Frío es una mujer, hermana gemela del amor, coquetea con los paseantes que a veces llegan a la estación abandonada recubierta de herrumbre. La guerra ha pasado por aquí, donde antes habían abetos verdes y frondosidades, en donde la democracia era ejercida por mamíferos de cuatro patas. Frío llega fumando cigarrillos de sentimientos secos, la desolación es su compañera, me guiña un ojo como invitándome a
seguirla, me seduce con su famélica mirada. Sé que sí sucumbo ante sus designios, ni la coraza bioquímica plástica podrá salvarme de la congelación hemofílica. Frío me recueda las pérdidas. Octubre siempre llega lleno de pérdidas, siempre llega gélido. Será porque el verano da un poco de esperanza a los habitantes de las zonas conflictivas. Pero al desvanecerse éste se va la fe de tiempos mejores a los pocos que quedamos en estas latitudes. Espero por Frío porque sólo ella me podra dar satisfacción carnal, aunque sea algún resquicio de calor podré rescatar antes de quedar hipotérmico, tal vez algún rayo de luz mortecina logré difuninar el grueso de la niebla que arropa la estación. La meditación viene acompañada de un sinfín de imágenes de mi vida; cuando había calor, cuando existía el sol, los amigos, los familiares, las amantes, el ataque a las torres y las piernas que me resguardaban antes de partir un octubre como el de
hoy. La llegada a tierras extrañas, el agua, las olas de mar, los humos que se fueron apoderando de las capas terrestres impidiendo que sol nos alimentara, las bombas que se hiceron el pan diario de nuestros lamentos. La religión que se convirtió en detonante y grito de guerra. Maldita sea nuestra estampa.

Frío llega despampanante, vestida de carmín, cadenciosa adivino su silueta que se va dibujando entre la niebla junto a la máquinaria impresionante del tren. El último que llegó. El último que alcanzo a salir a estas regiones desamparadas, las primeras que se congelarán, pero las últimas en contaminarse mortalmente. Preferible morir congelado que envenenado, el sueño llegará sin mucho dolor. Ya veo la palidez de Frío, su sonrisa delgada apenas imperceptible. Nos conocemos, pariente de la Muerte que tantas veces visita la tierra diariamente. Amante fugaz y despiadada cazadora. Frío tiene una lágrima congelada en su cara producto de su última sensación humana. Ahora cristaliza su alma en jirones que parecen estalactitas, tundras en el corazón. Yo quisiera estar sentado sobre la luna con un vendaje sobre mi cabeza, vino barato y cigarrillos convertido en luz azul colándose por las rendijas de los hoteles de paso, describiendo amores cursis y
amoríos de barro. Si algo de eso existiera todavía en el sur. Frío me toma de la mano, nosotros también tenemos una historia de amor marcada por la distancia entre nuestros sexos. Hacemos el amor con nuestros dedos. Macilentos caminamos hacia el bosque abandonado, petrificado por el permafrost ácido y recubierto de nubes de betún, cúmulus desinflados que tapan la visión de tiempos antiguos. Me siento a su lado sobre un lago congelado esperando a que llegue el final. Espero de piernas cruzadas con su esquelética mano entre mis muslos. Espero fríamente. Inmóviles. Y hace frío.


Oswaldo Pérez Cabrera:
Escritor mexicano residiendo en Vancouver British Columbia, Canadá. Colaborador de diversos medios y Director of La Vanguardia de Vancouver, periódico de corte cultural y político.
Conductor de radio con el programa The Morning After Show Radio show en CITR www.citr.ca cada Martes a las 1130 AM Vancouver. Creador de innumerables proyectos culturales como Ediciones del Vórtice, festivales de cine, festivales de música (Yucafest, Electronic French pop festival, etc). Viajero incansable y experimentador de ilusiones, dador de sueños, crítico mordaz y surfer de fantasías.

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Machina. Fabio Nalda.


Fabio Nalda nació hace 21 años en Logroño(La Rioja), estudió ciencias de la salud en el instituto Tomás Mingot y comenzó una carrera de ingeniería electrónica que abandonó por estudiar diseño y adentrarse en el mundo de las artes. Ha sido aficionado al dibujo, los comics y la música desde muy pequeño, es guitarrista del grupo de rock Cero Coma desde hace 6 años y también acérrimo jugador de rol y videojuegos.

martes, 29 de septiembre de 2009

Puerta Abierta. Irene Velasco Sánchez.



Irene Velasco Sánchez, logroñesa, nació uno de los días más fríos de 1989 y actualmente estudia la Licenciatura de Administración y Dirección de Empresas en la UR. Dicen las malas lenguas "quien vale, vale, y quien no va a L.A.D.E", pero Irene vale, y mucho, y para constatarlo sólo es necesario visitar Boheme de la Vie.

lunes, 28 de septiembre de 2009

La habitacion roja #5



-Da la impresión de que la querías mucho…-, me dice desde detrás de una cortina de humo.

Hablamos acerca de Meri. Es su tema preferido. Me obliga a perderme en el pasado. A sufrir. En parte, me gusta. Quizá porque me recuerda que estoy vivo. Y que esto es importante.

Contesto.

-…nunca he vuelto a querer de esa manera, hubiera dado mi vida si ella me lo hubiera pedido.

Me duele. Me duele mucho pensar en Meri. Pero, quiero creer que es un dolor limitado. Autoprovocado.

Ella espera. Tiene tiempo. Sigue bebiendo Jb.

Me incorporo ligeramente. Me apoyo sobre un brazo. La observo.

Me devuelve la mirada. Distante. Calculadora. Celosa.

-¿La darías por mí?.

No respondo. Me limito a bajar la cabeza. Miro hacia el suelo. Hay algo de polvo y suciedad. Polvo y pelos de perro. Cosas intrascendentes. Pero, que forman parte de la habitación roja.

Espero. Me acurruco en el interior de mi cerebro.

-¿Quieres saber lo que pienso?

La escucho sin atreverme a mirarla. Soy consciente de que su siguiente paso será un ataque directo. Duro y directo. No sé que encuentra de atractivo en ello. Pero, siempre lo hace. Inevitablemente. Será que, a pesar de todo, empiezo a conocerla. Más allá de su fingimiento. De su máscara.

De su segunda piel.

-Me da la impresión de que siempre te ha gustado jugar el papel de mártir. Te han marcado a fuego el signo de la culpabilidad en el alma y todos tus intentos por desprenderte de ella han sido fracasos estrepitosos. Te has arrastrado, te has dejado humillar, ¡te dejas humillar continuamente!, ¿y a cambio de qué?... sigues con tu drama interior a cuestas porque nada ha cambiado. Sólo la persona ante la que inclinas la cabeza.

Da un trago. Siempre está dando tragos. Mira la botella. Su largo cuello verdoso. Lo acaricia. Gime. Alcohol. A veces pienso que ese es su verdadero dios, pero sé que es más complicado que eso. Más rebuscado. Más decadente.

Espero. Pienso. Le sigo el juego. Como siempre.

Es lo que ella desea que haga.

Es lo que ambos queremos.

-Cada persona es un mundo, cada persona es de una manera… todos somos diferentes…

Entonces, y sólo entonces, se dispara. Se lanza.

Hacia mí. A por mí.

-Pero tú eres demasiado negativo, no tienes ninguna iniciativa. Vives por y para mí, a través de mí. Tu vida no es más que una sombra de la mía. Empiezo a creer que no eras más que un parásito…-, vuelve a beber, eructa con estilo y, acto seguido, enmudece.

Observo su cuerpo mientras habla, mientras bebe.

Cuando estoy en la habitación roja su cuerpo se transforma en mi dios. En mi único dios. El dios de la nueva carne. De la atormentadora insaciabilidad sexual. De la fantasía. Del dolor.

Miedo.

Siempre lo mismo.

Me evado. No sé muy bien a causa de qué. Pero, lo cierto es que mi cerebro ahora ya está muy lejos. Infinitamente lejos.

Soy consciente, a pesar de ello, de que, en parte, tiene razón. Toda la razón. Y que, también en parte, está totalmente equivocada. Equivocada.

Atrapado. Estoy atrapado en la más absoluta ambigüedad. Y en los delirios. En las pesadillas. En el desenfreno. A un milímetro escaso de la enajenación mental permanente.




Hace frío.

Todo es blanco o, al menos, alguien simula que lo es.

La ventana. La bañera. Objetos familiares. Extraños.

Amenazadores.

Ella está apoyada contra una pared blanca.

Bragas negras. Sujetador negro. Pechos opulentos. Labios exageradamente rojos. Pelo teñido con el mal gusto habitual. Curiosos arañazos surcando su vientre liso. Justo por encima de la pequeña hendidura del ombligo.

Tiene los brazos por detrás de la espalda. Sé de inmediato que intenta ocultar algo. Algo peligroso. Demencial. Humillante. De fondo, suenan ladridos de perros.

Un portazo.

Súbitamente, la habitación se tiñe de rojo.

Me digo a mí mismo que sólo se trata de una pesadilla.

Los calmantes circulan por mis venas demasiado lentamente. En alguna parte de mi cuerpo, un semáforo se obstina en permanecer rojo. El verde da paso a la locura del sueño.

La bañera es roja ahora.

Tiene cuatro patas que se asemejan a garras de águila. O de cuervo. O de murciélago. ¿Los murciélagos tienen garras o manos humanas? No lo sé. Mis pensamientos se disgregan en infinitas direcciones. Mi cordura se torna incoherente. El único epicentro discernible con absoluta claridad es la habitación roja.

Y dentro la bañera roja con garras rojas.

Y sobre la bañera, el hombre tendido a horcajadas sobre ella.

Después, inmediatamente después, veo las esposas. Plateadas. Vejatorias.

Una mano esposada a una garra.

La otra a la del lado contrario.

Un pié esposado a la tercera garra.

La cuarta y última retiene al pié que faltaba.

Hombre boca abajo.

Desnudo.

Vulnerable.

Su amante habitual.

Es curioso que aparezca en uno de mis sueños.

Curioso.

Entonces, ella se decide a emerger de entre las sombras.

Como una plaga apocalíptica.

Me mira. Sonríe maliciosamente. Sonrisa desde una boca sin dientes.

Lengua bífida. De serpiente. De reptil. De demonio.

Ya no hay motivos para que mantenga los brazos detrás de la espalda. Detrás de su cuerpo. Es en ese momento cuando veo el artilugio que lleva entre sus manos. Delicadamente. Un enorme falo plateado, pintado por ella misma.

Recuerdo que, en más de una ocasión, me había confesado que le habría gustado nacer con una buena polla entre las piernas. Pero, eso no tiene que estar directamente relacionado con el hecho de querer ser hombre.

Hombre.

Su amante habitual. Nalgas separadas. Orificio anal. Aceptará todo lo que ella decida hacerle. Por humillante que sea. Yo también lo aceptaría. Estoy seguro. Completamente.

Se acerca hasta él.

El rojo envolviéndolo todo.

Quizá la futura hemorragia pase inadvertida.

Sudor.

Su amante habitual suda copiosamente.

Lubrica su cuerpo.

Lo prepara para la penetración a través del complejo mecanismo de la ansiedad.

Sus ojos fijos en el desagüe de la bañera.

Ella lo acaricia. Un escalofrío recorre su columna vertebral vértebra a vértebra.

Un dedo recorre su espalda. Espalda habitual. Rutinaria.

Un dedo se hunde en el agujero de su culo. Desconocido. Violento.

El amante habitual gime. Se retuerce levemente. Sus muñecas empiezan a amoratarse. Se estremece al notar contra su piel el glande de plástico duro. Se muerde el labio inferior. Con fuerza. Con rabia contenida. Hilillo de sangre parte desde su boca. Parece negra. Caída libre hasta el desagüe de la bañera.

Ella sigue sonriendo.

Observándome. Mis reacciones.

Entonces, empuja con todas sus fuerzas.

El hombre atado a la bañera grita. Es un grito mudo.

Quince centímetros de plástico perforando su recto.

No hay sentimientos en esta acción, sólo egoísmo. Puro y duro.

Erección. Tiene una erección. Eso indica, a pesar de todo, aceptación.

Ella lo advierte. Desliza una mano hacia el miembro de carne y sangre. El miembro real. La polla. La toca. La aprieta. La suelta. La araña. La masturba. La posee. La domina. La esclaviza.

Me llama.

Lo esperaba. Esperaba su llamada.

Acato la orden.

Su mirada guía la mía hacia el culo de su amante habitual. Mi enemigo. Mi competidor. Mi hermano de esclavitud. Ella me cede parte de su poder.

Mi polla está dura como una piedra.

La meto en el recto del hombre.

Es una sensación extraña. Nueva. Desconocida. Excitante. Delirante.

Ella se mete apresuradamente en la bañera. Se tumba en el fondo. Debajo de él. Delante de él. Invertida respecto a su cuerpo.

Sé lo que se dispone a hacer.

Los dos lo sabemos.

Su boca atrapa el glande de su amante habitual y, como por arte de magia, desaparece, al igual que el resto de su polla. Engullida, absorbida, envidiada. Deseada. Dura. Dura.

Arremeto con más fuerza contra sus nalgas.

Mis embistes llegan hasta su garganta. Muevo dos pollas al mismo tiempo. Veo como se llena su boca. Como se hunden sus mejillas en el acto frenético de la succión. Y advierto el acertamiento pasivo de su amante habitual. De mi enemigo. Se sirve de mí para acceder a ella. Lo que haga falta con tal de no perderla. Para siempre. Ya que perderla implicaría desaparecer en la existencia real. Cotidiana, asfixiante, castrante.

Sudor.

Semen.

Sexo.

Sodomía.

Soledad.

Frío.

Eyaculo.

Recibe.

Traga.

Eyacula.

Absorbe.

Se nutre. Se alimenta. Se sacia.

Somos tres en una bañera roja repleta de semen absurdo. Y el semen se coagula. Y se adhiere al metal del desagüe. Y ella se gira y lo lame. No quiere desperdiciar ni una sola gota. Lo quiere todo en su interior.

Quiere crear una nueva alma a base de semen.

Semen.

Semen.

Semen.

Semen.

Semen.

Semen.

Siempre a través de su boca. De su garganta. Su vagina como mito. Como preservativo. Como negación. Como no mujer. No mujer. Mujer herida. Muerta. Vacía por dentro. Inerte. Seca. Rasgada. Aséptica. Traumatizada. Violada. Hundida. Esclavizada. Sola. Perturbada. Fiera. Asustada. Niña.





(Continuará)

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Las opiniones y los comentarios emitidos en este blog por las personas que en el mismo colaboran, son emitidos, todos ellos y en cualquier formato, a título personal por los diferentes autores. Este blog no suscribe ni secunda necesariamente cuanto en él se exprese.



La Fanzine en Facebook