viernes, 20 de abril de 2018

La Fanzine #12: Cine ya disponible




Para descargar gratis: La Fanzine en HD para imprimir


Autores:

Miguel Ángel García González, Lorena Espindola, Carlos de la Cruz, Marta Jiménez, Carmen Tejada, Silvia J. Medel, Carmen del Río Bravo, B. Gervilla, Patricia Maestro, Rodrigo Garrido Paniagua, Valle Camacho, Sonia Rico, Ana Castro, Isabel Llanos, Manuel Llorente, José Manuel Vara, Laura Llera Arnanz, Ana Patricia Moya, Silvia D. Chica, Raúl Calvo, Alba Belba Rivera Flechoso, Angelique Reid, Emilio M. Martínez Eguren, Carlos Traspaderne Elvira, Christian Nieto Tavira, David de Dorian, Laura Mequinenza, Jorge M. Molinero, Equis, Jess Modlov, Nahikari Mora, Proyecto Genoma Poético, Felipe Zapico, Sara Montaño Escobar, Gema Albornoz, @veranofatal, Óscar Aguado, Adrián Arias Astorgano, Rolando Revagliatti, Isabel Tejada, Cecilio Olivero Muñoz, Gina García, Ramiro Gairín, Alejandra K. Curtis, Ana Grandal, María del Mar Tizón, Reve Llyn, Agata Amgros, Elisabet Torrubia Pérez, Marta Soul, Violeta González, Fernando García Maroto, Lia Katselashvili y Fátima Menchen. 

Celulosa en matriz. Hilario Martínez


Blade Runner 2049. Denis Villeneuve, 2017



Has saltado a 2049. No es un estado, pero sí de algún modo otro espacio. Esperabas que todo fuera como en el 2019, ya se sabe: neones y puterío cyberpunk. Con embargo aquí -allí, entonces- todo es yermo. Sigue oliendo a níquel, óxido y madera de Tilo. Las notas suenan cayendo sobre un charco seco. “Transeúntas” las calles dentro de una tuba gigante, semiasfixiado por el humo y el ruido de los coches y la frialdad gris del granito. Creías conocer esa ciudad como visitante 6, y eres el penúltimo reestreno de ti mismo en una pantalla de cine sin sonido, antesala de un viejo teatro decimonónico. Has contemplado por segunda, tercera y cuarta vez la nieve en apenas un mes, y ahora ya ni un santaclaus, anónimo como tú, es capaz de deshelarte los ojos. El infierno auténtico no es cálido, sino glacial como el hada azul y gélido como los pies de un Cristo biomecánico. Sin embargo, desde este nuevo prisma, la pesadilla existencial y humanista que asolaba a tus antepasados es tenue y sorda. Ahora eres tú sin atrezo, sin efectos especiales sobre maquetas de cartón-piedra. Tu corazón es digital y sus aurículas y ventrículos dos enormes ceros cuyas arterias transportan unos hasta las yemas de tus dedos y de ahí, sietes en FilmAffinity.

No obstante, estás bien con todo eso. Has empezado ya a escudriñar auditivamente las notas de la ciudad; un concierto fáustico de cuencos tibetanos futuristas -incluso para 2049- te llama al interior de un local. La decoración es prácticamente nula. Las barras son de minibar de hotel -o autobar- y te sirves pagando con el nfc del móvil en un dispositivo con forma de celdilla etmoidal. Termina el concierto y nadie media palabra. Un deejay con peluca de Elvis se pincha un remember de tecno de los noventa. Todos hacen como que sienten la música desde el espinazo, tú te sientas en un sofá que da la espalda a una filmoteca extensísima y bizarra en deuvedé. De repente te viene un flash del letrero que colgaba medio apagado en la entrada: “Bar de copas y ficciones”. Te dispones a coger una edición coleccionista de Viaje a la luna que ni sabías que existía… y das un salto al vacío de la duermevela sobre tu cama. Miras el reloj del chino despertador, que no ha sonado. Por suerte es domingo y estás en el 2046.

miércoles, 18 de abril de 2018

Las noches salvajes. José Manuel Vara

Les Nuits Fauves. Cyril Collard, 1992

A veces recuerdo a una buena amiga que murió de sida. Nos conocimos en el instituto, luego fuimos a la universidad juntos e hicimos amigos comunes. Compartimos salidas, fiestas, amores y desamores. Fue una buena época de mi vida, donde los excesos de la bebida y la escritura se daban la mano. Luego, ella se enamoró de quien no debía y, lo peor, se contagió de lo que no debía.  Aquellos años eran duros para una enfermedad como el sida, que estaba estigmatizada hasta en la pronunciación de su nombre. Mi amiga cayó en sus garras y se fue de forma descarnada, dura, brutal.
  Después de eso, pasé un tiempo a la deriva y dí de bruces con una estupenda novela: Las noches salvajes (1989), de Cyril Collard (19 de diciembre de 1957 - 5 de marzo de 1993), una historia decididamente autobiográfica del propio Cyril , donde derrocha grandes dosis de sinceridad y emoción. Las críticas dijeron de ella que era una obra innovadora, reveladora, sorprendente, escrita con fuerza y agilidad y nueva en el panorama de la literatura francesa contemporánea. Años más tarde el propio Collard dirigió e interpretó su adaptación al cine, muriendo poco después de su estreno a la edad de 35 años.

  Sinopsis:
El protagonista tiene 30 años y le gustan los chicos, en particular Samy, un poco golfo, y Jamel, «hijo del Islam y de la Coca-Cola». Pero también están todos esos cuerpos anónimos que se apoderan de él durante los perversos ritos de las noches salvajes. Además, como quien no quiere la cosa, también le gustan algunas chicas. Sobre todo Laura. Parece quererlo todo. O tal vez no quiera nada. Es seropositivo. Por cobardía o miedo de perder a Laura, no se lo dice la primera vez que se acuestan. Puede haberla contagiado. Pero ella tiene 17 años y lo ama con locura; ya no pone límites a su amor y, pese al mal que ya debe de habitar su cuerpo, recurre a todos los medios para no perderle: ruegos, violencia, mentiras, chantajes. Se toman y se dejan con una pasión compulsiva, al mismo ritmo frenético con que esos jóvenes condenados a muerte circulan en moto, copulan en la sombra debajo de los puentes, se someten a brutales rituales, se drogan, beben y escuchan música hasta reventar, se entregan al sexo con la energía de la desesperación, del que no tiene nada que perder y sí algo que ganar mientras un soplo de vida se lo permita.


  La noches salvajes es un libro/película donde podemos apreciar cómo Cyril Collard nos intenta transmitir un mensaje sobre el sentido de la vida desde el punto de vista de alguien al que le queda poco tiempo (un enfermo terminal con una enfermedad innombrable), pero a pesar de ello, se sigue aferrando al amor y al sexo con algo similar a la desesperación evitando asumir su enfermedad, lo cual dota a su personaje de una honestidad pura y dura. Su personaje es real, es humano, es conflictivo… incluso inmoral, pero rebosa autenticidad por todos los poros. Mucho de lo planteado en Las noches salvajes me recuerda a mi amiga que murió… A veces, es duro el poder evocador de ciertas historias que no forman parte de tu vida, pero que te remiten a ella de forma tan brutal y directa.
Cyril murió con 35, mi amiga con 29.


A ambos gracias por formar parte de mis recuerdos…
Mi amiga se llamaba Mercè.

martes, 17 de abril de 2018

Imagina Oz. Gema Albornoz



Viajar a algún lugar.
Viajar a algún lugar donde no haya
problemas. ¿Cómo llegar sin imaginarlo?
Si no es destino para barcos, ni trenes.
Si es un destino sin rumbo, tras la luna,
más allá de la lluvia. Algún lugar bajo el arcoíris.
Imagina su cielo. Imagina todos los sueños que
podrás soñar. Imagina un deseo fugaz y reposar
tus lágrimas de limón en un colchón de nubes de
sal. Imagina ver tras el cristal. Imagina ser un pájaro
azul dominando, con sus alas, el viento, al volar.

Imagina ser feliz allí, en algún lugar. Imagina Oz y llegarás.

lunes, 16 de abril de 2018

Primer plano. Laura Llera Arnanz

Anna Karina en Vivre sa vie. Jean Luc Godard, 1962




Lo único que habla
frente a cámara son sus ojos
dicen verdad
¿verdad?
dicen
que la luna marcó la travesía dicen
que el dolor a sí mismo se duele que
no hay cuerpo que
se lo comió el mar
que ya solo existen ojos
en este silencio y sin embargo
el universo en la mirada
sonríe cómplice apacigua
sin palabras
la frecuencia del micrófono
en la herida sangra
como todas —otros
vendrán—
no serán los últimos

mis ojos verdaderos



sábado, 14 de abril de 2018

Tiempos modernos. Rodrigo Garrido Paniagua

A CHARLES CHAPLIN Y PAULETTE GODDARD



Paulette Goddard en Tiempos Modernos. Charles Chaplin, 1936.



Tenemos en las manos un palacio en ruinas.


Somos vagabundos
en los márgenes de la ciudad


donde también acontecen milagros cada día.


Sentados en la hierba
imaginamos el tiempo de los paseantes:


mientras la vida esté de nuestra parte
—me dices— jugaremos a enamorarnos.


Hago primeros planos de tu cara manchada.


A ambos lados del arcén
va creciendo una costumbre.


De este tiempo
tan sólo ha de quedar
la sensación
de días felices bajo la intemperie.








viernes, 13 de abril de 2018

Sesión golfa. Carmen Tejada


Photo by Jovo Marjanovic/iStockphoto/Thinkstock



Llegaba tarde. En la pantalla, una prostituta de arrabal susurraba palabras ardientes al oído de un matón inexperto. No tenía que haberse dejado convencer. Un cine no es un lugar apropiado para una cita a ciegas, por muy recomendable que sea la película. Antes de sentarse, comprobó que la señorita de la taquilla le había dado la fila ocho, butaca dos. Pero Marta, la recepcionista del gimnasio al que comenzó a acudir después de su divorcio, le había insistido mucho. Decía que su amigo era un cinéfilo empedernido y un encanto.

Apenas había quince personas en la sala. Alguna de ellas tenía que ser él. Intentó concentrarse en la trama. Le fue imposible. El sonido de un móvil acentuó su desasosiego. Giró la cabeza, tratando de distinguir una señal de alguno de los ocupantes de las últimas filas. Nada. Solo un par de jóvenes absortos con el llanto de la madre de la protagonista, que acababa de recibir la noticia de que su hija había sido secuestrada.

Se arregló la vestimenta. A lo mejor la estaba observando. Pensó en ponerse las gafas. Apenas veía los subtítulos. Mejor no. Las lentes no le favorecían. ¿Y si se hubiera arrepentido? Revolvió el bolso hasta dar con el pintalabios. Uno de los espectadores gritó. La joven actriz principal, que había conseguido escaparse del prostíbulo en el que estaba encerrada, era perseguida por sus captores. Le entraron ganas de vomitar al presenciar las violentas escenas que se sucedieron después. ¿Y si había quedado con un sádico? Se levantó, dispuesta a marcharse, cuando alguien detrás de ella susurró: »No puedo creerlo. ¿Eres tú?».


Y, mientras la sala se sumía en un silencio sepulcral, al contemplar cómo la protagonista era asesinada, ellos reían, tapándose la boca, como dos colegiales. Sin saberlo, Marta le había concertado una cita con su ex−marido.

jueves, 12 de abril de 2018

La estrategia del caracol. Angelique Reid

La estrategia del caracol. Sergio Cabrera, 1993.



Desalojo cruel sentencia
En medio de la miseria
Nunca escuchas, yo no importo
Los ladrillos tienen valor
El hogar está dentro de mí, contigo o sin ti
Esta casa la llevo a cuestas, el caracol tiene su estrategia
Soy el inquilino de la dignidad violentada
Padezco, resisto, me llevo la puerta a pedazos
Quédate con la fachada pintada con penurias pasajeras
La brecha nunca es estrecha
La injusticia justa, es una tragedia sin superar
La burocracia cierra sus fauces
Ante el mágico realismo del ingenio del mendigo
Maniobras que pretenden silenciar el llanto de la desigualdad
Esta patética existencia es drama, es comedia
En estas tierras se ríe y se llora al unísono
Cotidianos e invisibles héroes, lidian lo adverso
Mientras en su espalda reposa el caparazón

Rebelión contra la desdichada realidad.

miércoles, 11 de abril de 2018

Trilogía efímera (Delicioso amor inesperado). Emilio Valladares

De cine. Emilio Valladares




























Antes del amanecer,
antes del atardecer,
antes del anochecer.

Un encuentro inesperado,
un amor naciente,
un delicioso poema.

Canto a la vida,
que como el fuego,
se acabará consumiendo.

Canto al amor,
que como un barco
acabará naufragando.

Canto de amor a la vida,
que será correspondido
o no.

Canto a la vida del amor,
que será correspondido
o no.

Canto que nace
en pos de su destino...
y callará.

lunes, 9 de abril de 2018

Vislumbre. Santiago Vidal

I'm forever blowing bubbles


Burbujas son lo primero que vimos, mientras la imagen se acercaba tan tenue y reciclada. Ligeros movimientos de guitarra y pasos tintineantes. Voces de piano y arte que de pronto se convertían en un suspiro. Todos queríamos estar ahí, cuando la marea bajaba.
Corre, alguien está detrás de ti y tal vez exista. Las posibilidades son llevaderas y el agudo es tan amable que las manos transpiradas se olvidan de que son un obstáculo.
Uno y uno y uno se repiten, tras secuencias se meten en tu cabeza y gesticulan una marioneta que espera ser manejada, sin esfuerzo, sin pensar pero sintiendo las piernas.

El final siempre espera, la lista no es eterna: hay que dejar tiempo al tiempo serio, el de ir tras formas inventadas y tan comunes.



domingo, 8 de abril de 2018

La poeta que la cámara no captó. Gina García


Cuando la noche empieza se despiertan los sueños. Me encanta dormir porque entonces puedo soñar. Atrás quedaron los orfanatos y familias de acogida, atrás sí, pero muy adentro.
El pequeño piano instalado en casa de su madre guarda la dicha de ser hija por un fugaz instante. Tan solo unos tres meses antes de que a mamá Gladys se la llevaran los hombres de bata blanca.  Busco la alegría pero está vestida de dolor. Pese a su juventud y a raíz de su primer divorcio (Es mejor estar sola que infeliz con alguien) se encaminó hacia una cima deslumbrante aunque peligrosa. No me importa vivir en un mundo de hombres, siempre que pueda ser una mujer en él.
Su aspecto de diva alegre y tontorrona le hacía parecer presa fácil. El éxito hace que mucha gente te odie, me gustaría que no fuese así. Sería maravilloso disfrutar del éxito sin ver envidia en los ojos de los que te rodean. Ella representa su papel sin que los demás sientan su soledad. Vida soy de tus dos direcciones permaneciendo colgada hacia abajo casi siempre pero fuerte como una telaraña al viento cubierta por una escarcha fría, resplandeciente.
Celos, desconfianza romperían sus otros dos matrimonios. El amor no necesita ser perfecto, solo necesita ser verdadero.
En la cima del éxito anidaban los barbitúricos y los estimulantes, no era suficiente consuelo. Siento la vida que se me acerca cuando lo único que quiero es morir.
El desenlace no tuvo el final feliz de sus películas, ya fuera amargura, soledad o pastillas la irrepetible Marilyn nos dejó. El reflejo de su alma permanece entre sus poemas.

sábado, 7 de abril de 2018

Por qué pensaba que podía llenarme de poesía. Mª del Mar Tizón Rodríguez

Russian poster for Topiel/The Abyss (Wladyslaw Lenczewski, Poland, 1917). Artist: Mikhail Kalmanson.




¿Por qué pensaba que podía llenarme de poesía, de música, de películas dramáticas, si solo son vanos intentos del ser humano por expresar esto mismo, la aterradora caída al vacío? ¿Buscaba una respuesta? Creo que a veces sí, pero, sobre todo, buscaba a las personas que podían crear, a partir de esta penosa nada, belleza.
La transformación ocultaba parcialmente la repugnante insustancialidad que recubre los objetos, pero, en realidad,  ¿por qué me secuestra la melodía de Chopin que oigo ahora mismo? ¿O por regreso una y otra vez al desganado lamento al final de La náusea? Precisamente, porque dicen lo que yo quería y no sabía decir. Dicen miedo, dicen abismo, poco más, pero lo dicen muy fuerte.

Entonces, no tiene sentido que mi única salvación fuera precisamente lo que nos hace caer. La afición a cualquier forma de arte es puro gusto morboso por el masoquismo. Esto no quiere decir que deje de leer o ir al cine. ¿Qué otra cosa quedaría?

viernes, 6 de abril de 2018

Peliculas. Ana Patricia Moya

CECIL B. DEMENTED, Stephen Dorff, 2000



—¡Corten! ¡Os habéis vuelto a equivocar, joder! —Bramó el director que, cabreado, pateó la silla—. ¡Tanta fiesta en verbenas populares en vez de estudiar el puto guión! —Recriminó a los abochornados actores, hartos de soportar el calor y las exigencias del jefe, aunque no replicaron—. ¡De esta puñetera plaza no nos vamos hasta que terminemos! ¿Está claro?


De repente, Tiranotino (original apodo con el que le habían bautizado, en secreto, el resto de miembros del equipo de grabación, un juego de palabras, por su afición al cine de Tarantino y, sobre todo, por ser un tirano a la hora de dirigir) se percató de la ausencia de alguien y volvió a alzar la voz:


—¿Dónde coño se ha metido mi hijo? —Todos los allí presentes negaron con la cabeza—. Me cago en la leche, ¡lo que me hacía falta! ¡Quince minutos de descanso! ¡Ni uno más ni uno menos, gandules!


Mientras los actores se despojaban de los disfraces para liarse unos cigarrillos y los cámaras, junto a los técnicos de sonido, llenaban el estómago con bocadillos de chóped de oferta y paquetes de patatas fritas, el director intuyó que el chaval se encontraría en el interior del viejo museo. Mientras recorría aquellos pasillos que tan bien conocía y gritaba su nombre sin recibir respuesta, maldijo sus circunstancias: No sólo tenía problemas con sus contactos por la tramitación de los papeles que le autorizaba a rodar en edificios del casco histórico de la ciudad, también con actores mediocres más preocupados en entregarse a la botella, o con el grupo de profesionales poco cualificados con los que grababa y que, por desgracia, eran los que se podía permitir contratar, la mayor parte becarios insolentes recién graduados y que con la excusa de las prácticas no podían reclamar mucho; para colmo, tenía que hacerse cargo de un niñato con tendencias escapistas. Al final, lo encontró delante de un mosaico romano, con los cascos puestos. Agarró al adolescente del brazo, y antes de que le regañara, el otro se defendió:


—¡Tranquilo, tío! —Dijo, zafándose de su padre—. ¡Me aburría y decidí entrar para ver todas estas mierdas históricas!


El hombre, resoplando, se enfrentó a la desafiante mirada del muchacho: Era el vivo retrato de su madre, la encantadora mujer a la que conoció en su etapa universitaria y a la que intentó impresionar, en su primera cita, por aquellas salas con sus “algún día seré un director famoso, triunfaré fuera de esta ciudad de paletos y seré eterno, como estas obras de arte”, la misma a la que prometió amor eterno cuando se quedó embarazada y con la que se trasladó a la capital para cumplir con su gran sueño. Sí, la misma víbora que solicitó el divorcio porque su carrera no despegaba. Pero no era momento ni para la nostalgia ni para el rencor. Aquella misma noche tenía que concluir el rodaje: Expiraban los plazos de los permisos, y lo peor, se agotaba el presupuesto para grabar más escenas, y no había imaginación para improvisar ni tampoco para engatusar a políticos encargados de cultura local.


—Vamos, cafre, te acompañaré al hotel para que dejes de dar por culo —ordenó con una colleja que pareció retumbar en toda la estancia—. Con aguantar los caprichos de la estúpida de tu madre ya tengo suficiente…


***


La exhibición de Los poetas extraterrestres contra las esculturas vivientes asesinas en filmotecas y festivales cosechó éxito de público, hasta el punto de ser considerada por los amantes del género de serie B como una obra de culto. Su director, Ralph T. Bustos - Rafael para los amigos, Tiranotino para los envidiosos, el Haneke frustrado para los críticos serios, obtuvo interesantes beneficios, y para asombro de colegas de profesión y disgusto de su ex esposa (que, casualmente, no paraba de reclamar un aumento de la pensión del hijo en común), donó una gran parte al museo donde rodó, tal y como se prometió a sí mismo cuando encontró en la maleta de su hijo unas cuantas teselas de mosaico después de terminar la filmación que lo catapultó a la fama.


Un año después del estreno, regresó a su ciudad natal para reconciliarse con su pasado de artista incomprendido y proseguir con sus proyectos; el principal, un original romance, en blanco y negro, entre un escritor fracasado que en las noches de luna llena se transformaba en un monstruo con tentáculos, papel que interpretaría su hijo (obligado, quizás como castigo: O eso, o lo matriculaba en un reformatorio militar; también podría ser por falta de dinero para pagar actores de cierto caché) junto a una provocadora alienígena que, curiosamente, cuando adoptaba forma humana, se parecía a  su ex (ya saben, el arte para sublimar, con un trasfondo del morboso rollo de Edipo, enfundado en disfraces de caucho y plástico barato). También participaría como invitado en algún que otro evento cinéfilo para frikis, o impartiendo talleres en los ayuntamientos de varias comarcas. Aunque este tipo de actos y trabajos paralelos le disgustaban porque lo distraían de lo verdaderamente importante, tenía que cumplir: Requería las subvenciones institucionales para seguir grabando.


Y, por supuesto, rodó en el museo su gran historia, su próxima obra maestra: Aquel edificio le transmitía buena suerte. Eso al menos decían los rumores que lo convirtieron en una leyenda cinematográfica de la cutredad suprema.

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