domingo, 2 de agosto de 2015

¿Quieres colaborar en La Fanzine #º12: Cine?







Aloha, queridas. 



Parecía que habíamos abandonado, pero NO. Ya tenemos fecha para el reencuentro y vamos a editar un nuevo número de La Fanzine con toda la elegancia underground que nos caracteriza desde el 2009 & beyond. 

¿Quieres colaborar? Texto en .doc e imagen en .jpg (como archivo adjunto, que pegado en el cuerpo del mensaje me da urticaria) a la0fanzine@gmail.com



Tened en cuenta que cada autor solo ocupa una página, y que cada página de La Fanzine es un A5 (medio folio), así que cosas breves, please. Recordad que La Fanzine son folios fotocopiados en b/n con una grapa en medio, así que no esperéis una calidad pro en las imágenes. La Fanzine es gratis. Nunca hemos cobrado por ello ni lo haremos, así que los autores tampoco cobran. 

Creo que de todo esto ya hemos hablado desde el 2009, pero por si acaso. 

¿Os acordáis? Si es que eráis casi inéditos, jolín, qué mayores nos hacemos



Besos.

viernes, 9 de enero de 2015

La guerra de los mundos (una de desastres). Adrián A. Astorgano


 
Dawn of the dead. George A. Romero, 1978





al menos
desearía ver               
nuevos cuerpos
estallando de pánico
porque lo somos, sádicos
cuando los mundos colisionan
y algún otro Orson Wells, tan mediático
regale circo de enjambre, la fantasía
de algún George Romero así
en algún centro comercial           
el colapso fotografiado,                       
en un paso de zebra
en la prensa rosa
replicantes                   
zombies.       
  


         

lunes, 5 de enero de 2015

Hoy cumples siete años, ya eres un hombre. Esteban Aguayo Sepúlveda


El topo. Alejandro Jodorowsky, 1970






“Hoy cumples siete años, ya eres un hombre. Entierra tu primer juguete y el retrato de tu madre”. Con este brutal despojo de la infancia comienza El Topo, de Alejandro Jodorowsky; lo que sigue es el despliegue ambicioso y salvaje de un mito, cuya eficacia simbólica radica en ser muchas cosas a la vez.

El Topo es, en primer lugar, el camino intemporal del héroe que emprende un viaje y encuentra una verdad tranquila y final cuya existencia jamás sospechó, una verdad que solo es evidente después de golpes y proezas, después de la furia y la aniquilación, después de la pérdida de la esperanza y del nacimiento de un extraño, ensangrentado y nuevo yo: como Gilgamesh, como Pulgarcito, como el príncipe Bolkonski de Guerra y Paz, como todos los mártires circunstanciales de causas ajenas que tenían su heroísmo disponible tras matar al adorador de sí mismo que antes fueron.

El Topo es también el western, escenario inagotable de duelos personales en donde no importa quién muere, sino la soledad creciente del que va logrando seguir vivo.

El Topo es el ilimitado desierto que solamente puede ser recorrido de manera circular, pródigo en espejismos, metáfora de la insatisfacción, con el infinito y la sed como armas que primero matan la fe, después la cordura y finalmente condescienden a matar al cuerpo.

El Topo, filmada en 1970, es una cartografía de su época: el funeral lisérgico de dios y, después del funeral, una nueva caricia a la idea de dios que siguió latiendo tras su muerte; una idea eufórica, desmesurada y confusa sobre la expansión de la conciencia, en cuya nebulosa bien pueden coexistir Pachita y Timothy Leary, Jung y Hesse, la ayahuasca y el zen.

El Topo, pese a estar filmada en 1970, es ya una carta de despedida al siglo XX: la puesta en evidencia de un paradigma exitoso, desgastado e incoherente en donde reina la religión de la muerte, la glorificación cotidiana de la muerte y en donde, sin embargo, presenciar la muerte de uno solo de “los nuestros” puede derribar todo el edificio de la fe.

El Topo es la improbable pero airosa conversión de un cúmulo de carencias técnicas en una estética, una pesadilla expresionista que casi nunca abandona la luz hiriente del día.

El Topo, en fin, es una navegación disfrazada de naufragio; una película urgente, desfasada, atemporal y quizá eterna, como todos los verdaderos mitos.



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