domingo, 29 de septiembre de 2013

La escena. Marina Aguilar





Dos hombres aparecen en la escena. Una débil bombilla ilumina sus apagados rostros emitiendo destellos intermitentes en medio de la penumbra.
Ambos se disponen el uno frente al otro en sendas sillas marrones algo desgastadas, bien por el número de años que llevan en este mundo, bien por la inesperada utilización abusiva por parte de alguno de los sucesivos dueños que en todo este tiempo puedan haber tenido. Las sillas están situadas de manera que las miradas de aquellos dos hombres irremediablemente se cruzan.
Los dos sujetos se miran fijamente. La oscuridad en la habitación que les rodea es tal que sería imposible afirmar con estos datos que la habitación existe; no cuentan con evidencias que garanticen un supuesto de este tipo.
Ambos permanecen quietos, inexpresivos, se diría que su postura es casi molesta para el observador. El tiempo avanza a saltos.
De repente, uno de ellos, no diremos cuál, evitando así hacer cualquier distinción marginal, comienza a mover los músculos de la boca. Trata desesperadamente de abrirla, aunque con un objetivo aún inexplicable. El por qué de su acción no es conocido, sólo se advierte el intento angustioso de ejecutar dicho movimiento de apertura, terrible e impotente, comparable al de aquél que se empeña en mover un miembro del que carece. Pareciera como si sus labios y su mandíbula se hubiesen sellado por medio de alguna artimaña invisible.
Tras varios tanteos, todos nefastos, el hombre que ha tratado en vano de mostrar con entusiasmo su orificio bucal se encierra en sí mismo, nuevamente, bajo su inicial postura inmóvil.
Todo esto ha ocurrido durante cinco largos minutos. Durante ese tiempo, la bombilla parpadeante no ha cesado en su labor y el espectador puede haber percibido fácilmente la progresiva crispación de los individuos que actúan.  
Otra vez el silencio. De nuevo, esos insípidos tonos oscuros cubriendo la habitación; antes, al estar la atención concentrada en la acción, por muy pequeña que fuese, de los actores, los grises se habían vuelto menos grises. Pareciera que, a medida que aumentaban los intentos de comunicación entre ambos, la habitación se realizaba, esto es, se generaba, llegaba a ser real. Y el color da realidad a las cosas.
De nuevo, el hieratismo de sus marcadas figuras describiendo una línea tras la que se desdibuja todo el cuerpo. Tan sólo un contorno, tan sólo una huella puede advertirse. El resto, el cuerpo, permanece borrado.
¡Eh! ¡Es el otro hombre! Parece que hace una mueca. ¡Está hablando! ¿Es posible? ¿Habrá sido capaz? Pero, un momento. ¡Sus palabras! ¡No se comprende nada de lo que dice! Habla una lengua desconocida. Parece crearla a partir del movimiento de sus cuerdas vocales. Calla. Ahora ríe, a carcajadas, de repente. Su risa es perversa. En ella advertimos una maldad intrínseca. Ésta sí se entiende muy bien. Es una risa nerviosa, impaciente, desesperada y desesperante, incluso odiosa para aquél que se esmere en su observación, que experimente la situación con algo más que atención, que tenga verdadera sensibilidad.
La risa se extiende demasiado en el tiempo. Quien observe con atención, tal vez no aguante más de diez segundos. En los casos más graves de apatía, hasta tres e incluso cuatro minutos.
Tal vez pensemos que está loco. Tal vez nos hagamos a la idea de que no dice más que incoherencias. Tal vez. O tal vez creamos que hay algo que lo mueve a hacer lo que hace, y que lo hace de un modo consciente, sopesando las posibles consecuencias que sus actos, totalmente voluntarios, puedan tener. Tal vez.
Aquel hombre, aquel actor, continúa riendo. No sabemos cuándo acabará. Entretanto, el otro intenta levantarse de la silla. Lo consigue, pero en seguida cae al suelo, cegado por la única luz que ve.
Lamentable espectáculo, pensará, no sin cierto abatimiento, un espectador que considere seriamente la cuestión. Sin embargo, uno risueño, reirá, apoderándose así de la perversión y del goce.

martes, 24 de septiembre de 2013

Futuro imperfecto, subjuntivo y condicional. José Antonio Olmedo López-Amor

Árboles secos.  José Antonio Olmedo López-Amor


El futuro es ese lugar imaginado donde viven los sueños, las esperanzas, un lugar al que nos encaminamos por senderos distintos, el inhóspito mar que irremediablemente abrazará las corrientes humanas de nuestras azarosas vidas . Algunos se empeñan en oscurecer ese futuro, o tal vez en manipularlo para que discurra a su antojo y aunque sabemos que gran parte de ese devenir lo configura el pasado, por suerte no hay matemática posible que vaticine su resultado final, o debería decir su desenlace final, ya que ese resultado como cima y cumbre de toda vida o inteligencia pensante es sin duda la muerte.
El futuro es el lugar donde pasaremos el resto de nuestra vida, por tanto durante nuestro presente invertimos toda nuestra organización y energía para intentar garantizar que la felicidad formará parte de ese acontecer que nos espera, volcamos todo lo que somos intentando influir en el albedrío del caos que seguramente no escuchará nuestras peticiones, pero nos tranquiliza intentarlo.
Hay personas que aceptan su vida tal y como viene, que no les asusta lo que el futuro les depare, otros desean averiguarlo de antemano y ponen sus ilusiones y dinero en manos de videntes. Los hay que no piensan en el mañana, como también los que todo lo que hacen es pensando en ese tiempo, y sin embargo no hay futuro para todos, y su cúpula de cristal de resquebraja por momentos en función de nuestros actos.
¿A qué tipo de futuro podemos aspirar viviendo en una sociedad corrompida que no es más que una dictadura disfrazada?. Si obedecemos, sin duda optamos a un futuro de sumisión y sufrimiento, si desobedecemos, cambiaremos la sumisión por lucha, pero persistiremos en el sufrimiento ya que luchar no significa vencer. Sin duda como sociedad nos hemos equivocado, hay líneas que nunca debimos traspasar, y si hoy podemos llenar hojas enteras con todas nuestros desengaños y atropellos, quizá sea por haber tomado decisiones a la ligera o por no haber cuestionado a quien manipulaba los hilos.
Si el sistema fracasa, el futuro debería estar en manos del pueblo, debemos comenzar un protocolo de emergencia, pero lejos de votos en urnas y de politiqueos jerárquicos, lejos de todo lo que ha fracasado fehacientemente. El pasado nos enseña que la Historia ha sido escrita con sangre, con explotación, con guerras, con una flagrante vulneración de los derechos humanos, los presentes deben ser siempre una transición, pero para aspirar a algo más hay que aprender de lo vivido y no ir repitiendo los errores.
Soñamos la grandeza de bellezas no ocurridas, porque venimos de lo tristemente acontecido, e ignoramos que quizá en lo venidero es donde la realidad reserva toda su crudeza.
Venimos de un extenso y dilatado pasado constatado, vivimos el más breve tiempo que existe, el presente, y estamos condenados a desarrollarnos y morir en un futuro incierto y desconocido que será el continente y testigo del universal porvenir.
En la filosofía del “nunca tiempo” el eterno presente es la creencia de que el pasado y el futuro son irreales y el presente es el único y constatable bastión en que vivimos.
Tanto el pasado, como el presente o el futuro son ámbitos del Tiempo, esa cuarta dimensión que nos flagela y somete a sus escarnios, y el ser humano, en su intento por trascender al imposible ha inventado el Arte o la Religión, disciplinas que luchan contra el veredicto de la Ciencia o el Pensamiento, materias que nos tachan de efímeros e insignificantes.

Mientras exista la vida habrá un futuro para alguien y cuando ya no exista un ápice de ella, seguirá muriendo un presente para que nazca un futuro, continuará el eviterno ciclo mecánico del Universo más allá de nosotros y de nuestras tentativas. Entretanto, seguiremos escudriñando los posos del café, las cartas o las bolas de cristal con el ansia de encontrar un atisbo de futuro, seguiremos padeciendo esa necesidad de saber qué nos espera más allá del mañana porque está en nuestra naturaleza conocer los secretos que duermen en lo desconocido, entre otras cosas, para dejar de temerlo.



sábado, 14 de septiembre de 2013

Literatura de Frontera. Raúl B. Caravan

Things They Took To War, 1915 [Official-issue Pocket Contents]



tan solo quisiera
que el singular rastro
que mi andar cansino
dejase a mi paso
por este camino
fuese no otro más que un libro

en la barra de un bar de cualquiera.

retratado.

abandonado.

habiendo traicionado ya las trincheras de la fraternidad
del amor, y
bebiendo libre de cualquier bandera

ensangrentado, en blanco y negro.

bajo una tarde de sol disfrazado
y ya lejano y carcomido
su recuerdo, como el libro, olvidado.

un libro, tan solo eso, de poemas.
por mi no escrito. un libro en llamas.



jueves, 12 de septiembre de 2013

Puertas. San Juan Salas.



 Acabo de cerrar la puerta y me arrepiento. No, una puerta que se cierra no abre otra, ésta está bien cerrada, y por dentro.  Desde fuera aporrean la puerta simios desnudos, vacilantes pero agarrados a la rama que les da de comer. Las cuatro paredes del vértigo me gritan, rezuman baba borracha de incertidumbre tóxica, o eso parece. ¿Dónde acaba la quimera de un horizonte y empieza el testigo de unas medias? Repto hasta mi alcoba y ajuares de redención arropan mi soledad, una noche fría que me abriga pero despiadada. Entre la puerta y yo hay un abismo, un cataclismo, un escalofrío. Las sábanas de los besos cubren mi torso hético por su perfume, y caigo de nuevo, frío ante una realidad que empapa tuétanos y reduce sesos, tibio por el mal presagio que dicte mi epitafio. Mala sombra me cobija, pero mía al fin y al cabo.



Silent Hill 4: The Room


WEB:  http://sanjuansalas.wordpress.com/


miércoles, 11 de septiembre de 2013

A la vez. Alba Ballesta

Intento utilizar algún pretérito perfecto, aunque fracaso. Como máximo, puedo echar mano del imperfecto, mucho menos comprometido. Aun así, poco importa, pues ni siquiera el recuerdo se concibe en pasado. La memoria se escribe en presente y el olvido la borra, también en presente. Todo ocurre a la vez, a pesar de que el lenguaje se empeñe en fragmentar el mundo para que lo percibamos de acuerdo a los tiempos verbales. Conozco a un señor que dice ver en subjuntivo, igual que hay personas que ven en blanco y negro. Si le preguntas cómo se siente uno al ver en subjuntivo, siempre contesta: No creo que pueda darte una respuesta. Si insistes, él insiste también en su imprecisión: Dudo que sea mejor que ver en indicativo. Yo no dudo que sea mejor; en todo caso, que sea peor. Conviene que el vaso esté medio vacío y no medio lleno, pues los casos de personas ahogadas en un vaso de agua suben como la espuma, incluso si se trata de agua sin gas. Quizá sea esa, y no el cáncer, la amenaza de muerte más peligrosa en el futuro, cuyo síntoma más palmario se manifieste a través de una anomalía en el sentido de la vista, que consiste en remontarse en el subjuntivo. Sí, puede que la clave esté ahí.

Ahogamiento en vaso de agua
Priscilla Lumbreras Fernández

Alba Ballesta siempre tuvo la impresión de que muchos nombres no encajaban con los objetos o individuos a los que designan. Alba Ballesta no está segura de llamarse Alba Ballesta y teme caer en la impostura. Juega a ser otras personas en un blog: http://fotogramaspsicosomaticos.blogspot.com.es/



¿Escuchaste? Ana Romano


Miraba la luna
y fue tu cara la que brilló
Miraba el lago
y tu mano fue la que se asomó
Miraba el cielo
y tus ojos entonces titilaron
Miraba el futuro
y tu nombre fue el que susurré
¿Escuchaste
mi llamado?


Added: July 28, 2011 | Image size: 400 x 265 px |
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redmorninglights.tumblr.com | Source: link


Ana Romano (Córdoba, 1944) Profesora de Francés. Obtuvo premios y  menciones en certámenes literarios e integró varias antologías. Participó en talleres de poesía coordinados por Fernando Molle, Walter Cassara, Hernán A. Isnardi y en la actualidad con Rolando Revagliatti. Ha publicado un libro de poemas: De los insolentes fantasmas (Vela al Viento, Argentina, 2010)

martes, 10 de septiembre de 2013

Futuro no es tiempo. Álibe


Futuro no es tiempo,
es polvo en suspensión.
Futuro no es distancia
es ser durmiendo la mona
en el barracón de la ciencia.

Su relieve no despierta,
sólo a grito manufacturado.
Futuro es un manojo de leds
sobre un vertedero cósmico;
cae en mal estado
como fruta expuesta al sol.

Futuro es cartografía tóxica
sobre una nube insurgente;
boca que toma la cápsula
sin el microchip de la emoción.



Cartography Portraits – Ed Fairburn



Álibe.  Liriconauta.
Residente y nacionalizado en los fértiles márgenes del río Tajo, a su paso por Aranjuez. Dispone de varios cuerpos poéticos publicados: “Las cenizas del edén” (1997- Alba), “Ecos de  Aurora” (2000 - G. Arminio), “Rictus Mortis” (2009 – Visión Libros).
Su singladura no se detiene en la creación. Una gran parte de su compromiso con las letras está vinculado con eventos y proyectos culturales de diversa naturaleza. Actualmente está inmerso en la entidad de difusión literaria: “El Clan de la Medusa”.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Celo. Julio César Álvarez

Future pop star/actor Dean-Paul Martin shows off his muscles to papa
Dean and brothers Ricci and Craig at home in Beverly Hills in 1958.



Sólo habla de futuro
el olvido.
La intangible necesidad
de sentir que esto es una pausa,
un delirio estúpido,
una de esas pesadillas infantiles
de marca y herida en la cara.
Es aquí.
El frío o el calor no importan.
Es ahora.
Llegará todo
porque no ocurre nada,
y tal vez los muchachos flacos
se muerdan entre sí
para gobernar sus vidas.



domingo, 8 de septiembre de 2013

El fin de mi mundo. Álvaro Domínguez



Toda obra de ficción sobre catástrofes, tanto naturales como sobrenaturales, presenta el suceso en cuestión a través de pequeños indicios, prácticamente inapreciables a ojos de los desventurados personajes. La misteriosa muerte en pleno vuelo de una bandada de pájaros en un pueblo de interior o los inexplicables cambios de un clima caprichoso, tales son las extrañas, y aparentemente aisladas, circunstancias que describen la inquietante atmósfera que precede al fin del mundo.
En mi caso, un médico habría de pasar por alto toda floritura narrativa para comunicarme que padecía el mal de Alzheimer. Entonces supe lo que nunca hubiese imaginado, lo que jamás habría podido predecir: que mi mundo se acercaba a su fin.
La destrucción de un único mundo, uno personal como lo es el de un solo ser humano, sucede en el más perturbador de todos los silencios y en la más terrorífica oscuridad. ¿El silencio? El causado por la frecuencia cada vez menor de sonidos ordinarios, sustituidos en el mejor de los casos por el eco de voces olvidadas de familiares y amigos. ¿La oscuridad? La que dejan los recuerdos de una vida al apagarse la luz que mantenía su brillo dentro de la memoria, dando paso a una galería en penumbra semejante al pasillo de una casa en los momentos inmediatamente posteriores a una mudanza.
Se diría que un ejército de alienígenas invade la próspera civilización que era tu alma y la abandona en un estado de insalvable desolación, destruyendo cada recuerdo del pasado hasta eliminar toda posibilidad de un futuro; donde había nombres, saberes, gustos y virtudes solo quedan escombros de una cultura perdida para siempre. Sus armas, fabricadas con una tecnología muy superior a la humana, arrasan con los cimientos de todos los hogares que uno ha habitado, las escuelas en las que ha estudiado y los lugares que ha visitado. No queda más que polvo acumulado de años, tal vez décadas, de incesante devastación.

Mientras tanto el resto del mundo prevalece, aunque yo, encerrada en mi propia necrópolis, no lo sepa; el resto de vuestro mundo, que una vez fue mío, sigue con vida, activo, sucumbiendo a una autodestrucción mucho más lenta, aunque, desde luego, menos dolorosa.






Álvaro Domínguez (Pontevedra, 1986), licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Santiago de Compostela. Ha sido publicado en el número 7 de la revista OHIO (www.revistaohio.com) el número 24 de la revista Narrativas (www.revistanarrativas.com) con su relato "El nacimiento de un don" y en los números 11, 12, 14, 15, 17 y 19 de la revista Amateurs (www.amateurshotel.es) bajo el seudónimo "Derreuve". Autor del blog "Vida a los 20" (www.vidaalos20.com) y colaborador en la sección "Análisis" de Contra-Escritura (www.contra-escritura.com).

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