jueves, 30 de abril de 2020

Sin visos del futuro. Lia Katselashvili


 
Robert Lebeck exhibition: people reading newspapers on streets of Prague. 1968.


No hay planes. No hay planes del futuro. Solo el día a día. Esperamos…
Quince días, veinte… cuarenta días.
El primer día bordé. El segundo también. Y el tercero. Y el cuarto…
Son bonitos, con muchos colores. Los mismos de la primavera que vemos desde la ventana.
Nadie sale. No hay nadie, salvo algún niño despistado jugando al fútbol y los hombres que no tienen miedo.
Todos guardan distancia. Parece que da miedo hasta mirarse.
Esta todo más limpio, eso sí. ¡Qué satisfacción! ¿Verdad? Todo está limpio sin nosotros. Al final, parece que la plaga sí que éramos nosotros.
He terminado cuatro series. Todo lo que no he visto en dos años, lo he visto en una semana.
Películas, algunas antiguas sobre golfos y otras nuevas sobre espías.
En todos hay algo de fin del mundo. Si no lo estuviéramos viviendo, sería ficción.
Todos los días la misma sensación de irrealidad. La misma pregunta: ¿Está realmente pasando?
¿Esto es real?
Vuelves a lavarte las manos. Miras por la ventana. Acechas al enemigo invisible.
Hay miedo. Cierto miedo. Algo que no ves, algo que no sabes lo que es. Nadie sabe qué es.
Los conspiranoicos tienen muchas variantes. Todos podrían ser ciertos. La cosa es que no podemos salir.
Hay bromas. Aplausos a las ocho. Música, a veces e internet fallando.
Tenemos comida y papel higiénico. ¿Qué más se puede desear? Por ahora, incluso tenemos dinero.
Por lo pronto, muchos decimos que esto se parece a lo que ya hacíamos antes, pero algo nos acongoja. Necesitamos salir. Es como estar atados.
Ahora solo sales al balcón. Los vecinos también han decidido hacer lo mismo. Un perro ladra.
Lo que sí es seguro, es que la tasa de criminalidad ha descendido o por lo menos, no sabemos nada al respecto en los últimos días. ¿Ya no hay robos, asesinatos ni violencia doméstica?
No sé cuándo nuestros mejores deseos se convirtieron en pesadillas.
El sofá, peli y manta, es ahora una especie de tortura. Parece que viviéramos en El día de la marmota, todos los días lo mismo: haces la comida, a veces limpias, llevas chándal, miras la tele, te asustan los informativos, decides mirar las redes sociales y estás ahí un rato largo. Alguien hace un streaming, otro publica su poemario, otros escriben libros, otros se insultan y alguien se disfraza de perro para poder salir. Muchos cuelgan enlaces de libros: 100 libros gratuitos que deberías leer, 200 poemarios gratuitos, British Library hace públicos los cuadernos de da Vinci. ¿De verdad leemos tanto? ¿De verdad necesitamos tanto? ¿Cuántos libros somos capaces de leer en una cuarentena? ¿Quién lleva los números?

Nunca pensé que echaría de menos el mundo… las calles sucias, el metro atestado, la gente empujando, los vecinos montando follón… Al parecer, el significado de la vida sí que era el ruido.

lunes, 27 de abril de 2020

Nos crecen las distancias. Laura Llera Arnanz

The Sheltering Sky (Bernardo Bertolucci, 1990)


Elegí una distancia y llegaron otras
cada vez más distantes
insalvables 
se alejaban del paisaje 
de mis ojos 
cada vez menos míos también


llegó además la muerte 
a culminar otras rupturas
rodeada de distancias y de nadie
en medio del medio
un poco al sur del norte


sobrevive una gota 
a la deriva
sin mar alrededor

Share. David Mardaras

The Childhood of a Leader (Brady Corbe, 2015)


The joy of sharing an experience with another person.
The joy of being taught English, for example,
By an American young woman
While being a child
In your room.


Her voice, the words;
Everything.

El confinamiento es una oportunidad. Eltuertoquetodolové



El confinamiento no permite salir de casa. Supuestamente. Pero en nuestras casas (no todas son así) del siglo XXI la Internet nos abre al mundo y podemos ir al cine, a un concierto o de vermú con las amistades.

Tantas horas en el hogar es una oportunidad para ganar consciencia sobre la vida. ¿Es necesario correr todo el tiempo? ¿Es obligatorio producir constantemente? ¿Por qué te emparejaste si no soportas a tu cónyuge? ¿Para qué tuviste descendencia si la consideras inaguantable? Con poca reflexión podemos llegar a la conclusión de que el modelo social que nos han impuesto es UNA MIERDA. Trabajar cuarenta horas a la semana durante once meses al año para tener un sueldo que, al juntarlo con otro, me permita pagar la casa, el o los coches, unas vacaciones en el mes que no trabajo y un montón de objetos absolutamente prescindibles. Qué gozada.

"La libertad es la cárcel más grande de todas las cárceles", dice Corcovado. La libertad no existe, estamos bajo sujeción de la genética, la física, nuestra infancia, el condicionamiento social, el código civil, el código penal, la hipoteca, los horarios, las redes sociales, Whatsapp... Cuando tomamos una decisión nunca es libremente. Porque la libertad no existe, es un constructo, un concepto imaginario. Por lo tanto, puedo ser libre cuando quiera. Dos o tres meses de encierro no me hacen ser menos libre. Al contrario, también tenemos la oportunidad de aprovechar este recogimiento impuesto. Podemos dedicarnos a todo eso para lo que no tenemos tiempo habitualmente, podemos dedicarnos a perder el tiempo (¿qué es perder el tiempo? ¿cómo se puede "perder" el tiempo?), podemos pasar horas contemplando las nubes, podemos mirar hacia nuestro interior, podemos disfrutar de tiempo de calidad con las personas con las que convivimos. Y si podemos hacerlo ahora, ¿por qué no podemos hacerlo siempre? ¿Por qué no dejar de producir y consumir, y dedicarnos a otra cosa? ¿Y si el día que decidan que podemos salir a la calle (es decir, volver a trabajar) nos quedamos en casa? Y, cuando llegue el momento, no hacemos la declaración de Hacienda. Y no pagamos la hipoteca, ni el alquiler, ni la electricidad. Y nos cortan la electricidad, nos quedamos sin Internet y sin teléfono. Y nos vamos de paseo al parque. ¿Qué harían? Echan a cada persona de su puesto de trabajo (quienes sigan teniendo trabajo cuando esto acabe), por no ir; pero es que nadie puede sustituir a la persona despedida porque está todo el mundo paseando por el parque. Y pasamos hambre porque los supermercados están vacíos y cerrados. Y YA NADIE FABRICA PAPEL HIGIÉNICO. No hay pañales para la infancia. Así que formamos redes solidarias para ayudarnos las unas a los otros. Los bancos congelan nuestras cuentas y se quedan con todo nuestro dinero, que ya no sirve para nada. Policías, militares y transportistas no acuden a trabajar. La gente enferma muere, pues nadie va a currar al hospital. El aire y el agua aumentan su calidad. De las redes de apoyo surgen asambleas comunitarias. La Unión Europea expulsa a España y clausura sus fronteras. En Portugal la gente deja de ir a trabajar. Trump se enfada y pone precio a cada una de nuestras cabezas. De las asambleas brotan planes de producción y reparto de alimentos. Se abren casas de socorro con ayuda médica básica. Artistas y titiriteros salen a la calle y la llenan de luz. La clase política hace tiempo que se fue del país con la élite económica. Se llevaron todo nuestro dinero (meta a la que se dedicaban con ahínco antes del cambio), pero ya no podrán llevarse nuestro esfuerzo ni nuestro tiempo. No tenemos petróleo, así que invadirnos no merece la pena. En el exterior hablan de una extraña enfermedad mental contagiosa, vivimos peor que en Corea del Norte, Venezuela y Cuba juntas. Aquí nos dedicamos a la subsistencia básica, a reeducarnos, a tener en cuenta los sentimientos, a colaborar en lugar de competir, a ser la verdadera humanidad del siglo XXI. ¿Eso te gustaría? En realidad vamos de cabeza a la distopía descrita en los noventa del siglo XX en las  novelas ciberpunk: desastre ecológico, enfermedades emergentes y poder político bajo control de megacorporaciones. Lo siento mucho por quienes vienen detrás.

lunes, 20 de abril de 2020

Silencio. Sonia Andújar

Young woman on the balcony, 1950s (Nina Leen)



Abro la ventana
y ahí estás
de nuevo
inmenso como una tarde de agosto.
Abro mi ventana
y entras
como un elefante
golpeando la nada que cuelga en el aire.
Me abro en canal
y dejo entrar
a la quietud que te envuelve
y provoca el reencuentro
de mi yo interno
con el circo que arrastro
y que me asfixia.


viernes, 17 de abril de 2020

La odisea del ser. Gonzalo San Ildefonso





Siento la leve ruptura de mi cuerpo
horadando la tierra
que nos abriga,
el esparcir de las semillas de luz
en la guillotina de este tiempo,
tiempo que es premonitorio
tiempo que a su vez es un anodino vuelo
hacia la frontera del horizonte,
allí donde estas bocas hastiadas
serán saciadas con el maná
allí en el júbilo de las sombras
en la sosegada demora
de este nuestro ser,
siento la leve ruptura de las olas
y corrientes submarinas
me arrastran en una eterna deriva
hasta el talud mental
donde el niño de mi mirada
es una odisea luminosa por acontecer.

jueves, 16 de abril de 2020

El día después. Ana Grandal


La cuarentena ha llegado a su fin. Durante un mes largo, las calles, vacías de coches y ausentes de voces, se habían poblado de silencio, y los vecinos enclaustrados en sus casas parecían haberse contagiado de esa misma quietud. En las escasas salidas para comprar alimentos, ella descubrió una ciudad muda, un animal tranquilo y callado que acaba de despertar envuelto en una algarabía de bocinas, gritos entusiastas y músicas desenfrenadas que surgen del asfalto y de toda ventana abierta, en celebración del retorno a la normalidad. Ella también abandona su encierro: ha decidido irse a vivir a una isla desierta.

El día después - Ana Grandal
El día después. Ana Grandal


martes, 14 de abril de 2020

Una esquina en el corazón (un pequeño tiempo al aislamiento). Tino J. Prieto Aguilar

Fuente: https://www.the-hinterlands.com/home/2017/3/2/florida-history-the-cape-romano-dome-homes




Sonó la alarma musical. Se miraron a los ojos y, como una escena diez mil veces ensayada, Zul, Ram y Oibmac se desplazaron a sus casilleros vocacionales y, con setenta y cinco segundos acordados, se vieron equipados, en hermosa protección ante cualquier emergencia.
Una capa protectora de doble cuerpo se adhería a cada ser, dándoles absoluta seguridad y armonía.
Los carteles táctiles, repartidos en todos los paneles de la ciudad, mostraban siluetas que se asemejaban a seres luminosos en una vida cotidiana: subiendo a la guagua, al tren, comprando en las tiendas del barrio, en una ceremonia nupcial, en una clase de la universidad…
Bajo los coloridos diseños, cantaba una reseña: 
Situaciones saliendo de la epidemia de hace 30 años, en el 2020, que ocupó la mayor parte del planeta. La reflexión para la acción que les permitiera transformarse y cambiar el mundo dio resultado. Priorizaron la dignidad de la vida humana y a todos los seres del planeta. 



lunes, 13 de abril de 2020

Salir. Valle Camacho


Pandemia. Juan Fran Núñez Parreño



(Jotabé)




Un ente con tamaño microscópico
nos da al mundo un problema telescópico.

Por cada pueblo y por cada ciudad,
nos da temor esta realidad.
¡Qué gran valor tiene la Sanidad!,
ahora lo sabemos de verdad.

Más inversión para investigaciones,
menos dinero para religiones.

Hagamos ya esto que parece utópico,
médico es luz en esta oscuridad
y no creer en dogmas y ficciones.


Villamalea (Albacete) España

martes, 7 de abril de 2020

El cristal. Julia Navas Moreno



Alejandro Nafría




Todo lo que ansío
está tras el cristal.
Si me miras desde el otro lado
quizá creas que estoy atrapada,
insatisfecha y difusa,
pero es a ti a quien veo
moverse en círculos concéntricos,
caminar sobre campos trillados
con tu sombra pegada a los zapatos. 

El mal ciudadano que soy. Raúl Sánchez Alegría



Geoffrey Hammond


El mal ciudadano que soy,
de su miedo
no se avergüenza.

Aunque pueda parecer
una impostura,
aunque no resulte heroico
y socialmente loable,
tengo miedo.

Tengo miedo
a ser arrancado de mi familia.

Tengo miedo
a enfermar y enfermar a otros.

Tengo miedo
a mi miedo,
a ser egoísta, ruin,
miserable.

Tengo miedo
porque soy humano.

Tengo miedo
porque no soy un héroe,
ni un estúpido,
ni un idiota canonizable.


23 días de aislamiento. Daniela Bartolomé Moro





Nada es sencillo, después de haber dado paso a la inquietud.
Cuarentena, cuarenta días. ¿Cuarenta menos veintitrés?
Odio las matemáticas:
los sudokus, el metro y medio, (cuando indica separación),
los positivos, las curvas del eje de abcisas y ordenadas
Acabo de oír «por debajo de uno» y unas cifras aún que
reflejan el reparto de teses no fiables, vulnerables,
no quiero quejarme y compartirlo, no quiero dar paso
a la inquietud y contagiarlo, no quiero estar agobiada y
traspasar (como un bar viejo por un módico precio)
este sentimiento que no es mío, y me embarga.
Vuela corazón, extiende alas, abre los ojos y solamente
vuela, vuela, vuela, vuela… pero no olvides.


sábado, 4 de abril de 2020

Introspección. Gina García





Miro hacia el pasillo
de mi casa
esta casa donde habito
la oscuridad es palpable
cual cortina de silencio
una punzada en el ombligo
sale disparada de la tripa
mis vísceras me recuerdan
que soy mortal
Quiero discernir
si
entre mis capacidades
está la de soportarme
saber qué o quién soy
dentro de esta isla
que abarca cuerpo y mente.

Luz cegadora a las tres y cuarto. Violeta González Otero





Calibrado
cual
mentira
convincente
el
tiempo
sabe
lo
que
quiere.







viernes, 3 de abril de 2020

En esta isla. Gema Albornoz






En esta isla, por la mañana, da el sol,
a este lado. Por la tarde, el sol se sitúa
sobre mi cabeza, pero es entonces, cuando
cualquier nube me cubre. El aire corre
empapando el suave matiz del vaivén
de las hojas. No hay necesidad de espantar
esa nada blanquecina que cohabita en el
celeste. Sonrío vecinalmente a ambos y
dejo que la brisa toque mi piel, superficialmente.
De vez en cuando, a horas punto, escucho el
aleteo de las gaviotas y otras aves, que se
apresuran a asistir a nuestras reuniones.
En esta isla, por la mañana, da el sol,
a este lado. Por la tarde, el sol se sitúa
sobre mi cabeza. Es en la noche, cuando
suena una nana. Nos adormece a todos,
en un profundo letargo. Nos hace intuir,
en las entrañas, que todo ha sido un sueño.

A puerta cerrada. Angelique Reid





Girando sobre mí misma
los pensamientos se enredan, se agitan
tiempo de sobra para darle rienda suelta
al miedo, a la sonrisa oculta y al desespero.

Desde el balcón agito mis alas
y juego a la libertad a puerta cerrada
es inevitable ver cómo la vida trata de mantenerse a salvo
tras el cristal de las ventanas.

Ojos tristes inundan mi pantalla
abrazo desde lejos lo que queda de esperanza
prefiero pensar que no es un último adiós
me reservo todo mi aliento para decirte desde lejos
cuánto te extraño, cuánto te quiero…


La ciudad como nunca la habías visto. Emilio Papel



Ensamblaje realizado a partir del número 385 de la revista Muy Interesante, de junio de 2013.

jueves, 2 de abril de 2020

XXVIII. Cristina Ahita Sanz





Amanece otro jueves domingo atemporal

imán de paranoia e insomnio

salir de la cama cuenta como ejercicio


las manos despellejadas de tanto lavarlas

aplacan la ansiedad que los

medios nos mean en la cara


impotencia ante un desenlace que

está fuera de nuestro control

nadamos en videollamadas pero



todo lo que se quedó por decir

oscurece nuestras pesadillas





Pensamiento sin sentido. Miguel Valdelagua

https://www.stocksy.com/es/891925/profile-of-young-boy-in-small-batch-of-light-in-dark-room



Mi forma de vida es absurda: la naturaleza me dio intelecto, pero me privó de cualquier medio de comunicación. Me gustaría saber qué tipo de cuerpo tengo. No sé si soy tan grande como un planeta o tan minúsculo como una partícula. A veces necesito moverme, pero esa necesidad es acto autocumplido, no interviene ningún deseo ni alivio al concluir. Tampoco tengo forma de medir el tiempo. Como volutas, como remolinos de pensamiento en los que entro y salgo; eso es una jornada para mí, aunque la luz no signifique nada.
Llego a un pacto conmigo mismo: te cambio la sensación por el intelecto, ya estoy harto de tanta digresión.
Se abre una ranura. Lo cálido y lo frío se separan. Un pitido me taladra los oídos. Humedad y aspereza, dolor y suavidad se intercalan con estertores que cercenan pensamientos inútiles. El doctor me agarra de las piernas. Me azota. Con la primera espiración digo adiós a todas las palabras que una vez me acompañaron.


Desorientación confinada. Quino Romero (de Proyecto Genoma Poético)


ConfínMenú. Felipe Zapico


No. Claudia SpRubiño

Ad for the new Piggly Wiggly grocery stores, The Delineator, January 1929.


Madre mía, cómo me apetece un kebab, un vino, un aguacate del mercado de los sábados al que voy a charlar con las señoras. Nací señora y mi novio me mira con el ceño fruncido cuando entablo conversación en la cola de cualquier cosa. Que nadie me abrace pero no dejéis de hablarme. No dejéis de hablarme no sea que las voces de mi cabeza empiecen a gritar o, peor, que empiecen a susurrarme ideas locas que, entre tú y yo, no dejan de ser mis ideas y qué aburrimiento todo. STOP. Levántate, date una vuelta por la casa, ponte las mallas, cálzate las deportivas -en mi casa se llaman playeras, playeras te digo- y estira un poco. Busca fotos de flores pero no te las acerques a la nariz que eres alérgica. He llorado limpiando el baño y antes de dormir. He estado a punto de llorar haciendo cola en el súper, ahí no me puse a hablar con nadie porque nadie quería charlar a dos metros. No es para tanto. Todavía no me ha tocado de cerca pero la espera de lo inevitable me hace dormir a trompicones y me hace trabajar a cabezadas. Cuando tengo reuniones por vídeo llamada me bajo un poco la bata para que no se vea, y la persona que está al otro lado hace lo mismo. No hablamos de nada más que no sea el bicho o de lo que el bicho está dejando a su paso. (Sólo hablo de tonterías porque no puedo enfrentarme a la realidad). En las futuras colas del mercado les diré a mis desconocidas amigas señoras que nos lo merecíamos, pero no tanto. No tan duro. No tan cerca. No tan lejos. No.

Cuarentena. Mara Blackflower



The Woman in the Window (Fritz Lang, 1944)




Cada día
de cuarentena
pensamientos
sensaciones
emociones
me atraviesan 

Cada hora
cada minuto
cada segundo
mi animo cambia

Mientras
fuera
todo es quietud

Y lo acepto
Y me acepto

Escucho
y respiro

Y sé
que todo pasará

Que no importa
lo que vendrá

Porque
al final
todo saldrá bien

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