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miércoles, 10 de septiembre de 2014

No future, dijo alguien. Domingo López





Qué, y ahora qué, prorrumpió El Moco, aburrido, pasándome un pitillo. Me encogí de hombros y sonreí, resignado o rendido, no sé, no se puede saber todo. Estábamos en el parque, no habíamos ido al mierdoso instituto, la mañana del martes se iba lentamente al infierno con sus inenarrables éxitos y el último litro de cerveza yacía en el suelo. Pensé entonces que podíamos hurgarnos las narices respectivas o manotearnos las pelotas, podíamos incluso buscar a alguien que nos invitara a un trago, un buche de vino o veneno, daba igual, tampoco se podía ser exigente y hasta podíamos hacer el pino o asaltar un banco.

—Podemos asaltar un banco, le dije, iluminado.
—Sí, con esto, dijo sacando el cortauñas que solía llevar para cortar el chocolate.
—Tranquilo, Morgan, en casa tengo una pipa del nueve largo.
—Sí, de las que disparan guisantes o bolitas.
—No, de imitación, es una réplica, seguro que da el pego y nos llevamos hasta la pasta del monopoly.

Y entonces nos miramos, burlones, y tranquilamente fui a casa, allí al lado, y busqué el juguete de mi hermano, una pistola galáctica de agua de un verde chillón, fosforito, con la culata rojo escarlata. La llené de balas en el grifo de la cocina, le puse el seguro del tapón y volví al parque, silbandito. A unos pasos había una Caja de Ahorros, la señalé con el dedo.
—Esa mismo.

Y hacia allí fuimos, en silencio, como quien va a comprar pipas o tabaco, yo delante, pateando latas y piedras y recordando que el Bukoswki se había muerto el día anterior y el amigote detrás, con las manos en los bolsillos y su sonrisa de guasa, siguiéndome el rollo. Llegamos a la puerta y miramos a través del cristal. No había nadie, ya casi estaban a punto de chapar. No hablamos ni hicimos ningún plan, ni de atraco ni de nada. Simplemente entramos. Y allí dentro, entonces, me oí gritar:

—Que no se mueva ningún hijo de la gran puta —dije, sí, corajudo, buscando una cabeza, algo adonde apuntar. Detrás del mostrador, a un par de metros había una especie de calvo larguirucho, con la boca abierta, levantando muy lentamente las manos, mirando estupefacto hacia la pistola de ciencia ficción. No se oía ni una mosca, bueno sí, se oía la risa trapajosa del Moco, partiéndose el culo detrás mía, diciéndome mamón qué haces mientras me tiraba de la chupa y me llevaba hacia la puerta y yo, andando hacia atrás, cubría peliculeramente el paripé sujetando el arma alucinante con las dos manos y moviéndola de un lado a otro y antes de salir, también a carcajadas, disparé, por fin disparé, y el chorro de agua salió como un tiro y le mojó al calvo atónito la cara pálida.

sábado, 2 de enero de 2010

¡SEMPRE, SUAVES! Domingo López

No me lo creo, no me lo puedo creer, le dije, en aquel bareto de Cádiz, muy de madrugada, gozosamente borracho. Nos habíamos conocido aquella misma noche y de hablar de Castelao pasamos a Moncho Reboiras (de verdad conoces a Moncho?, me preguntó asombrada) y de éste al gran Yosi y su banda. Qué poco podía imaginar entonces que algunos meses después estaríamos en su buga destartalado, un pequeño utilitario, escopeteados por la A-52, recorriendo toda Galicia y cantando “Dolores se llamaba Lola”.... Recuerdo que en nuestro paso por Ourense hacía un frio de mil demonios pero yo andaba pertrechado previsoramente con una petaca milagrosa de orujo de hierbas y que la iba bucheando por las calles, por la zona dos vinhos, hasta que ella, cual cicerone, dijo aquí, mira incrédulo ¿te acuerdas? y señaló hacia arriba y miré y efectivamente, en Ourense hay una plaza dedicada a Los Suaves y no sólo eso, sino que allí mismo estaba el far, el garito del Charly, el bajista del grupo, hacia donde nos fuimos corriendo bajo el consabido orvallo, riéndonos, a por tragos, a por besos… Qué poco podía imaginar entonces, también, que algún día, en una noche sin sueño del mismo mes de diciembre, me daría por mirar complacido las fotos de aquella escapada, en una noche en la que ella duerme a unos metros de esta habitación donde escribo y hay un pequeñito que también duerme y yo sonrío, escuchando, a muy bajo volumen “Malas noticias”, pensando que de aquellos días dichosos se cumplen ahora justamente ocho años...


Domingo López, (1967, Sanlucar de Barrameda, Cádiz)


Como narrador es autor de obras como“La soledad y nosotros” (Premio Nacional de Narrativa Julio Cortázar 2002, Colección Relatos, Universidad de la Laguna, Tenerife 2002), “La lluvia y las rayuelas y otros cuentos” (Colección Monosabio de Narrativa, Concejalía de Cultura, Ayto. de Málaga, 2002) o “Rompiendo el protocolo”, (1er Premio Certamen Relatos Ateneo 1º de Mayo, Madrid, 2007), participando en antologías de prosa como “Tripulantes” (Editorial Eclipsados, 2006) y “Cuento vivo de Andalucía” (Universidad de Guadalajara, México, 2007). Asimismo tiene varios poemarios publicados, destacando títulos como “Blues” (1er Premio del XXII Certamen de Poesía Ángel Martínez Baigorri Ed. Ayto de Lodosa, Pamplona, 2006) o “Suburbia” (1er Premio del Certamen Internacional de Poesia Ciudad de Morón 2006 - Editorial Point de Lunettes, Sevilla, 2007) y ha sido incluido en varias antologías, entre ellas “Voces del Extremo – Poesía y Utopía” (Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, Huelva, 2004) y “Poética 2005” (Área de Cultura, Ayto de Zaragoza, 2005)

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