viernes, 30 de marzo de 2012

SORTILEGIO DEL PECADO . Rubén Suárez Valverde

Aquí os dejo un poema erótico y nostálgico de Alaridos de un poeta. Cuenta entre sus pareados decasílabos y el isosilabismo perpetuo que se manifiesta dentro del poema, el proceso que lleva a la pasión desde las consoladoras copas hasta el vago rumor de las sábanas. Es una de esas historias en la que el sexo puede ser el inicio de algo hermoso, o simplemente, un escape mutuamente compasivo, corrompido por el despecho o vestido de insustancial e instintiva pasión. En este último caso cabe un dilema que se plante el poema: seguir con ello solo por esa razón, añadiendo la propia traición que te aleja de la soledad, convirtiéndose solo en eso, en compañía, y en un falso y vano remedio para olvidar un amor pasado (Amor Ajeno, poema de Alaridos de un Poeta) asegurando el dolor para ambos o una falsa com! placencia y alegría, o aceptar lo que fue y seguir cada uno por su camino. (Sé y conozco a gente que prefirió la falsa complacencia, los compadezco, los admiro y los maldigo). Aunque si el recuerdo de Don Nadie no te persigue ¿Por qué no seguir? Eso ya es una opción más limpia y fácil de tomar. Os dejo que disfruten del poema:





I


Te conocí varada en un bar
bebiendo sólo por no llorar
(¡ como si el efecto de un licor
aliviara a tu alma del dolor!)
Brindando por nuestros desamores
con copas de muy buenos licores
( sufríamos sí, pero con orgullo,
no nos haría callar un murmullo).
Nos contábamos nuestros pasados
parecíamos estar destinados,
y en la barra de aquel bar postrados
diciendo versos improvisados
te robé un beso sin darte cuenta,
aquellos besos de cenicienta…


II




Tomando la penúltima copa
a ti ya te iba sobrando ropa.
Decidimos irnos de aquel bar
pues ya estaba a punto de cerrar
y entre besos fuimos al hotel,
no di tregua a tus labios de miel.


Las farolas guiaban el camino
y alumbraban tu andar femenino,
aquel hechizo de tu cintura
que hechizaba a mi poca cordura
con el redoble de tus tacones
al ritmo de nuestros corazones.


III




Llegamos al hotel entre besos
y excitados hasta nuestros huesos,
abriste la puerta con cuidado
yo ya estaba medio desnudado.


Me elevaste a tu reino, el colchón,
en donde derrochabas pasión
con elegancia de fina dama,
eras mi dueña en aquella cama
y yo solamente un peregrino
errante por tu cuerpo divino,
sortilegio del carnal pecado,
lujuria, sexo desenfrenado…
o eso daba a entender tu mirada
tan felinamente maquillada
y tan provocadora y excitada,
que era digna de estar censurada.


IV


Perdido en las dunas de tu pecho
nos fundimos juntos en el lecho
entre mis besos y tus gemidos.
Llegando por tu cinco sentidos
al punto de fuga de tus piernas
que conquisté con caricias tiernas,
me sometí a tu danza perfecta
y tú anclaste en mi pasión erecta.


V




Eras un manantial de placer,
un licor de Venus que beber
para remediar mi soledad
tan invocada en la oscuridad
y así escapar de la identidad
que me atormentaba sin piedad.


VI




El fin de este mundo era tu piel
que llevaba por nombre Anabel,
tus labios la puerta del paraíso,
y si el Señor me da su permiso
diré que tu mirada marrón
era mi Dios y mi religión,
o simplemente eras mi adicción
en aquella angosta habitación.










VII


Ya con nuestros cuerpos consumidos
permanecimos allí dormidos,
ya con la pasión desvanecida
se marchitaba la noche herida
por el sol que lucía en la ventana
pues ya había llegado la mañana,
y con ella llegaron las dudas
¿Qué decían esas palabras mudas?
¿Qué decía el silencio al despertar?
¿Quién éramos en aquel lugar?
No sabíamos nuestra identidad,
ni si quiera éramos de esa ciudad.


VIII


No era nuestro destino seguir
con aquello…para que mentir…
espero no arrepentirme de ello
ya que pudo surgir algo bello,
pero no estábamos preparados
pues nuestros corazones quebrados
aún no habían conseguido olvidar,
y yo veo imposible eso de amar
si tu corazón no ha olvidado
aquel amor que ya esta pasado.


IX


Y tras esta verdad confesada
fui buscando mi ropa tirada
por el suelo de la habitación.
Me vestí con mucha precaución
porque yo no quería despertarte
aunque creo que ya lo hice el besarte
con ese beso…ese último beso…
ni las sábanas se acuerdan de eso.


El sol era cómplice de mi huida
mientras que tú te hacías la dormida,
yo ya sabía que estabas despierta 
cuando salí por aquella puerta,
pero tampoco te despediste
fue esa la última vez que me viste.


X




Me fui para seguir con mi vida
me marché a mi tierra, Fuensalida.
Allí esperaban pluma y papel
donde inmortalizarte Anabel,
y escribir la historia del hotel
recordando tus besos de miel.


Si es verdad que nos unió el destino
nos volverá a unir en el camino.

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