(Vara. 26/10/2011)
Rutina del padre herido en lo más hondo,
Rutina de un despertar absurdo
Para volver a encontrarse cara a cara con el vacío.
Rutina de mirar a su mujer llorando en una esquina,
Rutina de su mujer preguntándole por qué...
Rutina de la llamada a su abogado
Buscando respuestas
Que sabe de antemano que no encontrará.
Rutina en el dolor del silencio duro
En la habitación de su hija,
Vacía como su esperanza.
Rutina de pensar en lo injusto del mundo,
Rutina de esperar la llamada de la policía,
Rutina de los abrazos de sus familiares,
Rutina del dolor.
Rutina de la sensación de fracaso
En todos sus intentos de llevar una vida ordenada
Y moralmente irreprochable.
Rutina en los biberones que daba a su hija
Cuando tenía dos años.
Rutina en los ojos inexpresivos del presunto culpable
En la sala donde se celebra el juicio,
Rutina en las preguntas de los periodistas.
Rutina en los cuentos que le contaba
A la hora de dormir,
Hablándole de duendes y sirenas...
Rutina en lo absurdo de la existencia.
Rutina en sus pensamientos sobre la muerte de su hija.
Rutina en las ideas de muerte que vierte
Sobre los culpables
Y sobre los que amamantaron el corazón violento
De los monstruos.
Rutina cansada de padre herido
Cuando su abogado les comenta que pueden perder el caso
Porque no hay cadàver.
Rutina de una justicia que no existe.
Rutina del desgarramiento interior,
Y rutina de la llamada de la locura
A las puertas de su cerebro.
Rutina en los abrazos fríos de su mujer
Cuando se acuestan para intentar dormir.
Ella lo hace a golpe de barbitúricos,
Él a lomos de botellas de whisky barato.
Rutina cuando piensa en la nada del mañana,
Rutina cuando piensa en lo triste de su vida arrebatada
Por cuatro adolescentes insensibles.
Rutina cuando deja de llorar
Una noche, como tantas otras, de insomnio crónico.
Rutina cuando sale a buscar un arma arrancavidas.
Rutina cuando vuelven al juicio.
Rutina en las palabras vacías del abogado defensor,
Que cumple la rutina de salvarle el culo al demonio...
Rutina en las manos sudorosas del fiscal
Y rutina en los ojos abatidos del juez...
Rutina en las miradas de complicidad de los policías,
Rutina en las lágrimas desbocadas de su mujer...
...rutina que se quiebra cuando se levanta en mitad
De la declaración del acusado,
Rutina que se quiebra cuando apunta con la pistola
A la cabeza del muchacho...
Estruendo que rompe la rutina
Cuando su cabeza explota por tres veces,
Por tres impactos de bala cargadas de rabia rutinaria,
La rabia que nace de la indiferencia que provoca
El dolor
Por una vida violada y asesinada...
Rutina que se quiebra
cuando el cuerpo del presunto culpable
cae hacia atrás,
rutina que se quiebra cuando se gira
y dispara a bocajarro
contra los otros presuntos sospechosos
que, aullando, parecen implorar una clemencia
para sí mismos
que con ella no tuvieron...;
Rutina en la posibilidad del error,
De que ellos no fueran los asesinos,
De que ellos no fueran los demonios,
De que esto sólo sea un maldito sueño...
Rutina cuando suena el reloj
A la misma hora de cada día,
Rutina cuando suena la llamada de su abogado
Diciéndoles que tienen que volver a declarar,
Rutina cuando el padre desconsolado
Se va al lavabo
Y se maldice por no tener cojones
De llevar su sueño a cabo...
Rutina cuando, en silencio, se corta las venas
Y se deja morir como a un perro abandonado
En la cuneta de la injusticia más atroz.
Rutina en la cabeza de ella, de su mujer,
Cuando definitivamente se vuelva loca
Y rutina en los medios de comunicación
Cuando el caso se convierta en rutina.
Rutina de la rutina,
rutina que no interesa.
Fin.
1 comentario:
gracias, jefa!
abrazo,
Vara
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