Mi abuela preparaba boles
de fruta fresca pelada y cortada para mi abuelo.
Ella no tenía muchas
palabras.
Hablaba como escribía,
con la letra de una niña de seis años temblorosa.
Por eso le decía te
quiero a mi abuelo con sus boles de fruta por la mañana
y por la noche.
Introducía el cuchillo
en la carne de la manzana y arrastraba su filo con destreza y
rapidez, hasta devolver al alimento a su nueva forma.
Y después, lo troceaba
en gajos
y le arrancaba el
corazón.
Y lo ponía en un bol de
color ambarino, con las demás frutas, crujientes y hermosas como
adolescentes tardías.
Y se lo lleva al abuelo
que estaba sentado en el sofá, y sonreía.
Vicente que te quiero.
Que aquí te dejo la fruta y mis palabras peladas.
Y ella se quedaba
mirándole unos segundos como esperando algo que no pasaba.
Y después continuaba
mirando como el abuelo arremetía, como le hincaba el diente a la
fruta, que crujía y se hacía líquida en él.
Y luego él masticaba
cada uno de esos gajos varias veces, y ella volvía a la cocina a
recoger las pieles.
Olivia Martínez Giménez de León (Alicante, 1980) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Alicante y profesora de Lengua Castellana y Literatura. Ha colaborado en publicaciones científicas, como Analecta Malacitana, y ha publicado algún poema en la revista Ex Libris. Entre 2002 y 2004 publicó en el blog laislaolvidada.com, ya desaparecido, y actualmente publica textos de prosa poética en su blog equilibriodepasiones.blogspot.com. Lleva escribiendo desde que tiene uso de razón.
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