Mi reloj biológico
llevaba años con los tic tacs a plena flor de piel. Sin embargo una
pena en mi interior afloraba cada vez que me planteaba engendrar un
vástago.
Mi pareja, harta de mis “Sí, pero
no…” sugirió diseñar un futuro a nuestra imagen y semejanza.
Yo quería que mis
retoños crecieran en un mundo parecido al de mi infancia, pero con
más amor y crecimiento. Tenía las herramientas que mis padres no
tuvieron, debía hacerlo.
Y aquí estoy, en la isla Conciencia,
frente la arena de una playa desértica, viendo a mis gemelas como
hacen taichí con su profesora.
Desconocen de la
tecnología del siglo XXI. Palabras como una wii, facebook o play
station, suenan a arameo en sus oídos. No ven la televisión, sólo
películas de cine clásico y en versión original.
Paulatinamente,
les hablamos de ese mundo que hay ahí afuera, el cual eventualmente
desean descubrir.
Mi pareja trabaja
desde casa como informático, su oficina, es un pequeño bunker con
clave secreta para acceder. Las niñas, imaginan que papá se teletransporta hasta el planetaLaboral puesto que necesita
traer dinero a casa. Cuando ellas se hagan mayores, se tele
transportaran…será algo sacrificado, un cambio duro. Así que de
momento, no se les antoja demasiado lo que puede haber ahí dentro…
Yo no suelo teletransportarme muy a menudo, solo que mantengo amigos en el planeta
Laboral y en el planeta Jungla de los que no quiero
perder el contacto.
Mi trabajo es
cuidar de ellas y sobre todo, ser su docente. Les gusta que les
cuente batallitas de historia mundial, porque les pongo un toque de
humor, pero lo que más les gusta desde que cumplieron los cuatro
años es subir a la montaña y coger flores silvestres, plantas
medicinales y especias. Les divierte ir al huerto y recoger las
hortalizas frescas, descubrir que donde había un pimiento verde, al
día siguiente es color rojo. Tirar de ese trozo verde anclado y
sacar de la tierra una zanahoria.
Últimamente, me
tienen muy enfadada, les ha dado por entrar al gallinero y gritar a
las pobres gallinas mientras ponen. Tampoco me gusta cuando destripan
a un caracol para ver cómo es su casa por dentro.
Cada día escribo
en un cuaderno sus experiencias, sus preguntas racionales que me
dejan fuera de juego. Queda muy poco para que se hagan mayores y me
da pena. Solo deseo que siempre quieran vivir en Conciencia,
aunque un día tengan que emigrar a Laboral o vivir en Jungla.
Que nunca olviden sus raíces, que vuelvan a Conciencia
siempre que puedan.
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