Foto by Martín Cid |
Anoche te soñé, amigo mío, en una lengua prestada por un dios de otra raza. Estabas ante mí, con tus fauces dormidas entre aquella gran melena de rey, de dios… estabas ante mí con tu alma desnuda y tu aliento fresco… aún manaba de tu boca la sangre ardiente. Otros hay en la tribu que te temen, otros hay entre los míos que me temen.
Mi nombre es cazador.
Anoche te soñé, enemigo mío, entre la amarilla selva abierta, te soñé despacio y despierto, te soñé alegre, a tu presa ya habías devorado. Anoche te deliré, anoche no dormí, pero anoche estaba frente a ti. Te conozco, viejo león, te conozco porque un día tu espíritu se me apareció en el viento y en las aguas vi tu rostro. Fuiste el más feroz de tu manada, para la caza dotado, rápido y veloz, el más temido entre tus semejantes. Como yo, también tú un día fuiste nombrado líder entre los tuyos, también tú esperaste el momento y, tranquilo, terminaste con cuantos dudaban de tu grandeza: también el primero de siete hermanos, también, siempre el primero. Cayeron temprano tus parientes, asustados y débiles, luego los chacales y el viejo líder, sin piedad… porque para reinar naciste, porque eres fuerte.
Por eso, mi presa, yo te respeto.
Ya los hombres se preparan para la cacería de mañana, yacen con sus mujeres y miran a sus hijos. Son algunos los que no volverán, otros probarán el miedo y (sólo unos pocos) sentirán la cálida sangre helada correr cuando tus fauces los recorran en un segundo, sólo eso durará. Ya calienta el fuego y alumbra mi deseo: te veo, gran rey, te veo en mis ojos porque mañana yo soy tú y hoy tú eres yo; también tú en mis sueños te reflejas, esperando el momento.
Anoche, mi trofeo, me soñé muerto, enclavado en tus garras de fuego y muerte, en tus fauces de victoria.
Sí, mi rey, anoche soñé que moría y vivía mil veces en la selva, en la gran espesa amarilla y eterna simiente. Soy tú, mi presa… ¿es ése mi destino? Que así se cumpla. Regalaré mis trofeos todos a mis hijos…, y que sea el más valiente de entre los hombres el que con tu vida acabe, mi Rey, sólo él podrá levar mi lanza y sólo él será digno de alabanzas.
Así, mi Rey, espero que también un día tú conmigo te reúnas y nuestra alma, nuestro sueño, así reine, así viva, así muera.
Ya despunta el sol, es hora de partir.
Tu nombre es cazador.
Martín Cid (http://www.martincid.com) es autor de las novelas “Ariza” (ed. Alcalá, 2008), “Un Siglo de Cenizas” (ed. Akrón, 2009), y “los Siete Pecados de Eminescu” (donada a la humanidad), además del ensayo “Propaganda, Mentiras y Montaje de Atracción” (ed. Akrón, 2010).
Escribe en diversos periódicos y revistas y dirige la revista cultural bilingüe (inglés-español) Yareah magazine (http://www.yareah.com), desde donde promueve autores y artistas de más de 50 países del mundo.
Nacido en Oviedo, actualmente reside en Madrid.
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