Estaba amaneciendo.
No tenía claro cuánto había durado la noche y los sueños.
¿A qué se debía esa ligera inquietud que se disipaba de mí, como si perdiera un dolor de tiempo?
Puse los pies en el suelo y la antigua frialdad, la sentí como ligera brisa fresca de verano.
¿Por qué me preguntaba y cada cuestión era semilla de la siguiente?
Inspiré hondo y sentí que el aire llegaba del aquel primer beso entre mi madre y mi padre.
¿Por qué allá, en el bello horizonte, no era el sol el que salía, sino un rostro humano que nacía como árbol?
Soplé y algunas hojas cayeron al mar, transformándose en barquitos de vela latina, repletos de regalos en dirección a todas las costas.
Cerré los ojos y mis párpados se convirtieron en viseras llenas de información pensante.
Abajo en la calle, el ayer ruido era hoy diversidad acústica, el ensayo de la orquesta de la mundana vida.
Miré mis manos y las líneas construían los nombres de todas las personas a las que había saludado o abrazado, a lo largo de toda la vida.
Ahora, yo frente a ti y tú frente a mi, casi sabiendo lo que puede pasar, vuelvo a respirar profundo, esperando entenderte, intentando saber por qué me lees y para qué te escribo, sonriendo en esa especie de complicidad con el futuro, casi entendiéndonos.
Me alejo. Espero volver a verte pronto.
Ahora, en ese bucle del tiempo interno-social-externo-persona
Está chispeando gotitas de utopía.
Huele a Vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario