Hoy intento decirte algo
pero no estás aquí, no puedo.
¿Cómo te ha ido?
Tu apartamento
guarda olores infinitos (lo sabes)
sabores
y colores de los más diversos. (¿Lo sabes?)
Tengo que decirte algo.
Mentira. No te lo diré.
Por ejemplo, esas flores de tu ventana.
En sí un detalle cualquiera, un detalle lineal
que produjo en mí
la idea de tu compañía
como lo que yo buscaba.
Pensé que sentías por mí
desde la primera vez que quedamos.
Lo recuerdo, dije esto.
(En verdad quería decir otra cosa)
Todo entra por los ojos.
(Lo dije por decir)
Tú me miraste con los tuyos
abiertos, muy abiertos, pero a la vez
como si no hubiese dicho nada.
Todo entra por los ojos
repetí, luego viene el tacto
y después el olfato.
(Y esta vez sí sabía lo que decía)
Tus medias eran verde oscuro.
Las recuerdo sobre el mueble
frente a mí y muy cerca.
Tenían rayas amarillas
y dibujos
que de tanto en tanto las poblaban.
Todo pasó a segundo plano
cuando resulté acariciando
tus pies sin medias.
Está documentada muy bien en mi memoria
la penúltima vez que nos vimos.
¿Cómo no pensar lo mío?
¿Cómo no pensar que esperabas
que pasase de tus pies
a tu sexo? (No me precipité).
En la última cena
partimos el pan,
le pusimos tomate,
aceite de oliva, chorizo.
Acompañamos todo
con un exquisito vino tinto.
Una simple pero apetitosa cena de despedida.
La última cena fue ayer y aún conservo
el olor de lo que hice
en mis manos.
Me robé tus media.
(No te lo diré)
La encontré en el baño,
en el bote de la ropa sucia.
(Nunca más la encontrarás)
NUNCA.
(RISAS)
(CARCAJADAS)
De Tres formas de perder la cordura.
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