Tras medir la cadencia del reloj y dejarme llevar por el parpadeo del tiempo, admití que no me quedaba nada más por hacer en aquella casa. Incluso las conversaciones se habían vuelto intermitentes.
Pausa.
Tiempo.
Repasé de nuevo las fotos de la alacena. No me gustaba esa foto, resultaba demasiado infantil. Me fijé en la chica de grandes rizos y amplia sonrisa. Rebeca no tendría más de diez años. Había visitado todos los paisajes fotográficos pero no me había fijado en ella. No, no había querido recordarla.
Pausa.
Tiempo.
Cuando saliera, iría a correr por la playa y mojaría mis pies con el vaivén de las olas. Respiraría hondo. Admiraría la tierra sobre mis pies y no sobre mi cabeza. No como la chica de la foto.
Pausa.
Pausa.
Yo al menos seguía viva.
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