Siempre ocurre lo mismo.
Habitualmente pongo el despertador
a las siete de la mañana
e invariablemente me despierto
uno o dos minutos antes de dicha hora.
Este subconsciente
por evitar el molesto ruido
de la alarma
hace que
el tiempo apremie.
Así que tiempo, jódete,
hace primaveras te desabroché de mi muñeca,
son las siete y cuarto de la mañana
y estoy escribiendo este poema.
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