Recuerdo cuando comencé a tocar el acordeón,
debía tener cinco años y unos dedos pequeños y ágiles,
que me hacían pasar de tecla en tecla
con una rapidez asombrosa.
Recuerdo la primera partitura
que conseguí tocar,
y esa secuencia de teclas y bajos
al unisono fundiéndose en una perfecta armonía.
Actualmente toco por placer,
por el placer de oír lo que dicta
el corazón a mis dedos y volver a recrear
aquellos instantes con lágrimas en los ojos.
No hay día que no me pare
y de una propina a los músicos callejeros.
Sólo ellos y yo sabemos lo que sentimos
y llevamos dentro
3 comentarios:
Muchas gracias Awi y Pat por publicarme el poema.
Un fuerte abrazo.
gracias chicas, de corazón, mil gracias.
gracias a vosotros, corazones :)
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