martes, 28 de diciembre de 2010

Réquiem por un mundo. Oswaldo Pérez Cabrera

“La libertad es la cárcel más grande de todas las cárceles” Javier Corcobado

Se despertó como todas las mañanas de su vida. De esa vida que le había parecido tan corta, pero
a la vez tan larga, no sabía a ciencia cierta cuánto tiempo había permanecido de esa manera, así,
tan quietecito, tan desinformado. Despertó con la indiferencia e incoherencia de siempre, como
todos los amaneceres de su ¿Efímera o eterna existencia? Sin embargo, ese día se sintió diferente,
un extraño presentimiento le rasguñaba la mente, durante meses todo había sido placentero, había
tenido esa sensación de flotar en el espacio, de volar bajo olas de mar o nadar entre la brisa de un
viento primaveral. Sin preocupaciones, había sentido que tenía todo al alcance de su mano –el
mundo es tan pequeño y me quiere tanto- pensaba en su diminuta cabeza. Las millones de partículas
amorfas y las geométricas eran sus amigas, todas ellas le platicaban cosas banales. La oscuridad en
ocasiones se tornaba rojiza y le proporcionaba calor, ¡Qué bien se sentía consigo mismo! Incluso
Dios le susurró algo alguna vez, lástima, no significaba nada para él, porque no lo necesitaba,
ya era libre en su ignorancia ¿La libertad? Podría ser un respiro o una blasfemia, no la conocía,
inopia adulterada. Una gama de colores se filtraba entre aguas ácidas, un salón desierto, alguien lo
esperaba y él no tenía aún su boleto, una marometa en el vacío le demostró que estaba vivo. Quiso
sentir amor, pero tampoco lo conocía, quiso sentir odio pero, desconocía la palabra. Registró en su
memoria, pero, todo se le escapaba, tenía que escribir algo sobre ella, ¿Acaso tenía recuerdos? Y
si los había ¿Cómo saber si eran tristes o felices? ¿Cómo saber el significado de esos vocablos tan
subjetivos? ¿Y su nombre?

Una etiqueta automatizada en busca de un ser ¿Y si me río? ¿Y si lloro? ¿Y si escucho lo que tú
quieres que escuche? se alimentaba de ella como una adicción incurable, su visión kaleidoscópica
no le permitía ver que era un parásito inconsciente. Pero, ese día sintió algo en el cálido ambiente,
solitario en su vivir ermitaño, una extraña sensación le picoteaba el interior, conoció el miedo.
El vórtice que su imaginación dibujaba cual paisaje, el espiral en colores negro y oro, el sabor
a sal, todo lo presintió como si lo hubiese vivido un millón de veces antes, su conocimiento lo
traicionaba. Su primer Deja Vu le confundía la razón, pero, ¿Cuál razón? Alguien le informó que
ya era hora, la maldita y no deseada hora cero, se aterrorizó al empezar a tomar consciencia del
momento inevitable. Un escalofrío le recorrió el cuerpecillo, pudo sentir dolor a su alrededor, aquel
dolor que pocos pueden experimentar en vida, masoquismo y orgullo convergiendo en el punto.
Pena, coraje y obstinación se respiraba en el ambiente, pero él ¿Qué tenía que ver con todo esto?
¿Por qué no lo dejaban en paz? Era imposible, un dictador llamado destino había puesto su dedo
en él, desgraciada predeterminación. ¿Debía dar las gracias o condenar los hechos? ¿Por qué no
le consultaron antes? pero, si no sabía de palabras, de acepciones, ni sinónimos, ni significados,
hubiese dado lo mismo, las marionetas no conocemos el futuro, ni comprendemos el por qué de
nuestro entorno, simplemente nos dejamos llevar por la corriente.

El momento había llegado, el presentimiento era real, no había escapatoria alguna, si tan sólo
supiera rezar. Tuvo que despedirse de todas las partículas, de los seres minúsculos, de la paz, de la
tranquilidad, de la indiferencia. Comenzó a sentirse arrastrado, luchó por última vez, pero intuyó
que sería infructuoso, dio la última maroma y vio el espiral de sus sueños, un túnel con visiones
aterradoras, una luz al final del tortuoso camino. Apenas y cabía, su cordón le dificultaba la ruta,
le obstaculizaba sus movimientos. Frío y desesperación fueron sus primeras sensaciones, dos
sensaciones nuevas añadidas a su psique.

Por fin llegó horrorizado a su destino, un ruido infernal taladraba sus oídos, sintió que su cuerpo

se helaba ante el cortante viento, no podía flotar mas, podría despedazarse contra el suelo que lo
atraía seduciéndolo sin aceptar un no por respuesta. Paroxismo hacia lo desconocido, cerró sus
ojos y desgarró la garganta desahogando y tratando de bloquear su trauma; descubrió su instinto
de supervivencia al verse solo sin su cable salvavidas, sin su entorno mágico, sin su atmósfera de
ensueño, Dios lo amenazó y se resignó. Se pensó pionero en un mundo bizarro y alienígeno, pero su
miedo primitivo ya le era familiar.

Fue manipulado por manos gigantes, nadie le pidió permiso, fue utilizado, sufrió indefenso sus
sensaciones primarias, noveles sentimientos, pueril e inocente. Le presentaron al dolor, al frío y al
miedo, tres caballeros sin piedad que lo acompañarán por siempre.

-Vive, vive, vives, lloras, sufres, te atosigan, eres un esclavo de una puta llamada sociedad.
Bienvenido a tu nuevo hogar.

Inmerso en su desesperación, escuchó unos gritos chirriantes que retumbaron en su cabeza, no los
pudo comprender, como tampoco comprendía todas aquellas sensaciones desagradables que estaba
experimentando. Todo aquello le lastimaba sus tiernos sentidos.

- Es un niño, es un niño, felicidades, es un hermoso y robusto niño.

Él, él se quiso morir.

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