Otra vez solos tú y yo,
de vuelta en este sucio motel,
sentados junto a la piscina,
bebiendo margaritas sin sombrilla,
mientras la tarde cae despacio,
como una nube escarlata atravesada por el sol,
como una herida abierta,
como cae una lágrima.
Otra vez solos tú y yo,
preguntándonos con la mirada,
qué viene ahora,
y con qué vamos a llenar este espacio,
tan silencioso,
tan absurdo,
y tan blanco.
Y no hay palabras que digan
todo lo que quiero decirte,
y no hay gestos ni caricias
que nos salven
de este mundo frío e imperfecto,
ebrio de tristezas y banalidades,
donde los locos han roto las cadenas
y han asaltado todas las fortalezas
que ocultaban nuestro pecho,
nuestro secreto de dos,
nuestro tenue amor,
tan frágil
y tan cansado...
Así que sólo nos miramos,
mientras la tarde deja una mancha
de luz en el agua,
y la melodía del trafico
se estrella contra las aceras,
como un océano en retirada,
como un coro apagado de bocinas borrachas.
Y la vida llora y grita y maldice mientras se quema,
pero todo parece lejano,
apagado,
la sombra
de una sombra
de una sombra,
a tu lado,
mientras seguimos aquí varados,
bebiendo margaritas sin sombrilla,
y las horas transcurren despacio,
como arena mojada
en un acuario.
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