La vida siempre pide regresos y, más que la vida, nosotros necesitamos de esos regresos para subsistir. La tesis principal en esta reflexión es medir la importancia que tienen los recuerdos, el impacto en nuestras fibras cuando volvemos al pasado para, sólo por un instante, volver a sentir eso que alguna vez existió en nuestros adentros. Tal vez estas palabras no tengan tanto sentido para el oído en primera instancia, pero siempre es factible la posibilidad de buscar mas allá, de desempolvar ese libro que se ha guardado tan celosamente, ese que uno tiene tanto miedo de abrir pues el resultado puede ser devastador para el alma, ese que lleva por título “Recuerdos”.
¿Cuántas veces se han sentado en la mesa de un bar a platicar con un grupo de amigos anécdotas del pasado?, travesuras escolares, viajes memorables y relaciones amorosas bailan en las bocas de todos y son infaltables en ese pacto de amistad que uno firma con el corazón desde el inicio. Las anécdotas son contadas infinidad de veces a través de los años, como si cada nueva vez tomara una fuerza descomunal y se reafirmara la naturaleza de los hechos. Las anécdotas se vuelven, entonces, el único medio para revivir el momento, para volver a entrar en ese estado de exaltación, para aferrarnos a algo que ya no existe físicamente pero con la fuerza de todos los que comparten el hecho lograr que pase de nuevo, que ese instante, aunque sea diminuto, alcance para llenar el júbilo que al parecer tenemos escaseado.
Pero ¿Qué pasa con los recuerdos que preferimos guardar?, esos que son capaces de arrojar nuestro ánimo al vacío y que desearíamos no haber presenciado. Un corazón roto, una muerte desafortunada, el fracaso y el líder del contingente, la decepción personal también forman parte de los invitados a este festín mundano llamado vida. A mi parecer, éstos son los más importantes pues, en gran medida, ayudan a formar un carácter, ayudan a valorar esas pequeñas grandes cosas que uno puede pasar desapercibidas fácilmente pues estamos acostumbrados a ir caminando por el mundo con la mirada fija en nuestros pies. Estos recuerdos nos hacen ser, nos complementan perfectamente y nos comparten lecciones personalizadas de vida, hay que caer para saber levantarse. Bien dicen que sin los malos tiempos, los buenos no serían tan buenos y es una afirmación completamente cierta, hay que vivir un poco de todo y saber apreciar esos detalles que hacen de la vida algo que vale la pena.
El regreso requiere un grado considerable de valentía, es direccionar el rumbo hacia algo que ya se escribió y que es imborrable, lo único que somos capaces de hacer es tomar lo aprendido, no olvidar el qué y el cómo de nuestros actos y sentimientos, empezar a escribir lentamente la continuación de la novela y ser fiel a la esencia. Es un recorrido complicado, pero muy satisfactorio cuando es real.
2 comentarios:
Muy cierto todo!! me encanto!! muy bueno!!1
Está buenísimo !
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