Gilda (1946), by Glenn Ford |
El pasar de mi existencia lo veo como si de una pesadilla de Cronenberg se tratara,
navegando entre las aguas turbias de la memoria de Lynch,
buscando a una Laura Palmer que quizás no quiere ser encontrada.
Como en Birdman, mi vida es un único plano secuencia,
procurando no tropezar donde otros lo han hecho.
Richard Kelly lo demostró en Donnie Darko,
Con un Jake Gyllenhall que debe madurar para sobrevivir,
a mi manera soy muy similar, aunque Frank no me acompañe en la aventura.
La chica del bus que me mira está en un plano americano,
se quita uno de sus guantes como si el invierno no fuera con ella
y yo veo a Rita Hayworth quitándose su guante interminable.
Hay espacio en mi imaginación para vivir miles de historias
y todas se encuentran tras una pantalla:
Verónica mirándose al espejo roto y que no sea ella misma a quien se ve,
Reagan girando la cabeza hacia al espectador, que se agarra asustado a la butaca
o Bayona encogiendo el corazón de quienes ven sus películas.
Y es que, al final, la vida puede ser en 35 mm, queda demostrado,
sobre todo para aquel que respira cine.
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