Notorius (1946), by Alfred Hitchcock |
El cine, entre otras cosas, actúa como agente educativo. Niños y niñas, adultos y personas mayores llenan sus salas con la ilusión de vivir una historia propia llena de aventuras o empaparse de las emociones que el largometraje pueda brindarles.
Pero qué pocas veces tenemos en cuenta lo peligroso que puede llegar a ser, ¿qué estamos aprendiendo de estas películas? Cuidado con la violencia, la xenofobia, el abuso. Cuidado con esa facilidad de nuestros personajes de acabar con la vida del «malvado», cuidado con los macro, micromachismos y la desigualdad de género que se repite una y otra vez en las pantallas.
Porque ahora debemos dar gracias de que la mujer forme parte del elenco de amigos del prota para salvar al mundo, pero ¿qué tiene de especial? Tenemos la figura del guapo y atlético (que suele coincidir con el protagonista), por otro lado, el experto en informática, también se puede ver al típico grande y fuerte sin dos dedos de frente, por supuesto, al graciosillo… y también, a la mujer. ¿Qué define a la mujer? Nada. El hecho de serlo. El hecho de crear la ilusión de un grupo mixto y, si entra con calzador, acabar entre los brazos del protagonista. ¿Cuándo se nos definirá por nuestras habilidades y capacidades y no por nuestro sexo?
El cine continuará siendo el agente educativo que es, por ello es tan necesaria su remodelación. Se hace completamente necesaria la visibilización de los vestidos negros y los abanicos rojos para que la gente deje de preguntar con hastío «¿Otra vez feminismo?».
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