miércoles, 16 de septiembre de 2009

Uno, dos, diez. Mauro Birlangeri

Reposaba delirante una mañana más. La misma cama, las mismas carencias, me dije, me dijeron quienes atravesaron la puerta. Sí, estaba solo, sólo conmigo, mejor que acompañado por malas ortigas, y tan solo el silencio me hablaba. Porque tratándose de la visita… Era austera. No nombraban, ni vocablos, ni intervenían en mis alucinaciones con gestos amables, apáticos, con alguna gesticulación, por mínima que fuese.
No sé qué harían en mi habitación, si es que estas patas que me sostienen pertenecen a mi lugar de cobijo, si es que mi habitación fue remodelada durante mis horas de sueño, ¿quiénes son ustedes?, exclamé.
Tranquilo, me decía mi yo, calma, ciega, no te preocupes, ya queda poco.
Lo sabía, deducía que esto acabaría al fin, lo que fuese, pero obedecía a su final, tal vez destino, o un simple desierto en la deriva que me condujo hasta mi cubo de cemento.
Aun así, con miedo, mantenía mis ojos cerrados, plegados ante la desolación y el desconcierto de desconocer a cada individuo que perpetraba mi calma, los odiaba, sí. Ellos me detestarían, en el caso de que éste no sea mi sitio. De serlo, querrían algo de mí. No se qué, concretamente, pero merodeaban mis alrededores.
Escuchaba sus pasos, de izquierda a derecha, de poniente a oriente, los oía agudamente, cómo deambulaban, inspeccionando los cajones de mi mecedora, hurgando en mis harapos, en papeles, en infinidad de lugares. Puede que hayan revisado mi anatomía, mis partes o la cabellera. Pero eso ya no importa.
Ahora me percato de que mis brazos son articulables, que aunque con fragilidad, son capaces de estirarse, retorcidos, llegando a mi otra extremidad. Me noto frío, como si la circulación estuviese estancada, desde algunas horas pasadas, o días. Como si la piel tersa hubiese transmutado, corrugada como la tez de una naranja, seca como mis propias lágrimas que ahora caen, también frías, también mías y grises, aunque no las vea.




Mauro Birlangeri

Explicar la monotonía rutinaria en unos breves párrafos supone para este individuo un trago bastante largo, no amargo, sino extenso. Una rutina que en veinte años sufrió transmutaciones lógicas, imprevisibles, hasta justas o imparciales. Acomodado en decisiones que poco tuvieron que ver con sus deseos o meras metas inconclusas, así caminó, y continúa llenando de pasos sus alrededores.
Criado durante los primeros catorce años de existencia en la localidad de Morón, Buenos aires, poco conocía del mundo que se ideaba, aunque percibía ciertas nociones acerca del futuro cronológico que lo perseguía, sólo a veces, hasta este entonces...
"No sé qué decir, ni tan siquiera cómo empezar con este discurso melodramático, tampoco sabría que objetar sobre mi vida, qué experiencias me conllevaron al sendero que hoy recorro, ¿qué es lo que importa de mí? ¿Del pasado?".
Nunca supe ser un estudiante ejemplar, creo que mi rol familiar tampoco superó las expectativas de mis allegados, todavía continuo pensando qué fue de mí y de esas causas por las cuales me guíé, afrontando así diversos "problemas" o inconvenientes.
En cuestión, aterricé en Europa un Diciembre, específicamente el invierno del 2002, residiendo en Logroño durante un periodo temporal probablemente ínfimo. Mínimo si de relojes se tratase, ya que ocho u nueve meses es un espacio lo suficientemente amplio como para crecer, descubrir, o simplemente permanecer. Fue en esa hermosa cuidad donde tuve mi primera experiencia con sustancias psicotrópicas, y de ella surgió un cúmulo de información demasiado extenso y robusto. Debido a una propuesta laboral mi familia y este individuo se trasladaron a Málaga, hermosa ciudad de artistas como Picasso o filósofos como María Zambrano, un cambio de aires que potenciaría una creatividad hasta entonces apagada. Nunca me planteé la escritura como método de subsistencia, nunca quise aspirar a mas de lo que daba, tan solo me limitaba a hacerlo, me limitaba a mí y me implantaba el desorden como base para decidir. El método era eficaz, hermoso, era tanto y tan absurdo que deduje que era mi única real devoción, cuanto deseaba hacer. Y otra vez, nunca supe estudiar.
Hoy, después de casi siete años compartiendo la vida con una cultura diferente, sabría decir con acierto que "no soy quién para hablar, y menos sobre lo siguiente."


http://slowbowl.blogspot.com/

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