- Baja el volumen.
- ¿Por qué?
- Porque me estás dejando sorda.
- Está música hay que escucharla alta.
- ¿A eso llamas música? Yo a eso lo llamo ruido.
- ¿Y lo que tú escuchas si es música?
- Pues, sí.
- Pues a mí, los que componen la música que tú escuchas, me parecen unos babosos y unos putos guaperas que siempre se lamentan porque no les quiere nadie, o su novia se la pega con otro...
- Así son las canciones de amor.
- Menuda mierda.
- Por lo menos se les entiende y no a esos melenudos, embutidos en cuero.
- Vale, no se inglés, pero yo veo la voz como un instrumento más y con eso me basta. No necesito entender las letras.
- Eres tan estrecho de miras.
- Quieres decir que por escuchar Rock soy un tarugo.
- Más o menos.
- Entérate. El rock ´n roll ha cambiado este planeta.
- Porque tú lo digas.
- No sólo lo digo yo. Abre cualquier enciclopedia y lo verás.
- Vale. No tengo ganas de discutir, sólo quiero que bajes el volumen.
- Pues mira por donde no me da la gana.
- (Amenazando) ¿A sí?
Ella cogió el mando a distancia del televisor, apretó el botón de ON y subió el volumen por encima de la música. Él, a su vez, apuró el volumen del CD al máximo. El ruido era ensordecedor, los cristales de las ventanas retumbaron. Ella no estaba dispuesta a quedarse atrás y apretó su dedo con fuerza contra el botón del control de sonido del TV.
Tal alboroto fue denunciado por los vecinos a la jefatura de policía. No era la primera vez ni sería la última. La pareja se pasaba el día tirándose los trastos a la cabeza y los vecinos estaban hartos.
A la media hora llegó la policía y tras algunos dimes y diretes volvió la calma al vecindario. Ellos hicieron las paces, la policía se marchó satisfecha por haber puesto orden y los vecinos tuvieron un nuevo tema de cotilleo. Todos felices.
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