Al principio, todo era oscuridad, y el técnico, hizo la luz. Los seguratas separaron el público del escenario. Y el verbo se hizo acorde, y el acorde, era yo. Y yo vi que todo era bueno, y apuré mi cerveza para estar más cerca del escenario, y arrojé la colilla para no quemar a nadie a mi paso. Y entonces todos fuimos uno, vibrando desde los infiernos, aclamando a los creadores con mayor amor del que se profesa a ningún dios. Y el cantante dijo “Esta os la sabéis”, y todos cantamos y nos comportamos como animales salvajes, guiados por nuestro propio instinto de pasarlo bien. Entonces saltó la pirotecnia, y el fuego se unió a nuestra locura, y hubiera jurado que la tierra temblaba, y que el viento nos trajo algo de lluvia, y completos, no me importó que cayera cerveza, ni quién me tocó el paquete, tan sólo la música que sonaba a través del momento, a través de cada jodido momento. Y entonces algunos ligaron, y otros lo pospusieron para después, y vimos que era bueno, y nos dejamos una pasta en la barra. Y entonces pasó la noche y amaneció, y era el cuarto día, y el festival había terminado, pero todos vimos que era bueno, y no sentíamos vergüenza.
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