miércoles, 30 de diciembre de 2009

SOLILOQUIO Y LOS TROGLODITAS. Gsús Bonilla


Me atrevo conmigo y me digo, que todos tuvimos alguna vez una banda sonora, original o vulgar; una canción mítica, sencilla o de acordes complejos; o simplemente un acertado tarareo que nos ha ayudado a parir unos versos. Cuando no, el parto fue completo y el llanto del poema se mezclaba con el ritmo de tal o cual canción.

Por si lo desconocía, las bandas sonoras no sólo acompañan a las películas.

Hubo poetas que llevaron de la mano una melodía, y poemas que, al compás de los dedos de esas mismas manos bailaron en el salón de la conciencia, y con pasos que llegaron hasta el alma; luego, el baile se hizo palabra y verso, y desde entonces nadie tuvo claro si ambos eran uno; si era música o poema, si era nervio o desazón.

No intento irme a un tiempo de verbo pasado, si no asentir, con el gesto necesario, y recordarme que así fue.

Hablo solo, con mi silencio, y quiero hacerle saber, que necesito también un conjunto de sonidos, a veces armoniosos, otras estridentes, para hacer la fuerza necesaria sobre el papel o la tecla que precise.

Trato de trazar una línea siguiendo las cuadrículas de mi cuadernillo, y voy consiguiendo que el eje se combe; la punta del lápiz avanza al ritmo de las notas que escupe un viejo radiocasette de coche que descansa en la mesita de noche de mi habitación, posado en un azulejo blanco mate de veinte por veinte, acoplado a una caja vacía de puros farias, y creo, o al menos, eso dijo el Lolo, que debidamente conectado.

Una extraña emisora intenta convencerme del fantástico sonido de la canción, pero los altavoces niegan la mayor, contradicen al locutor de al otro lado, y evidencian las palabras del Lolo: “ésto vaser la polla, tío”. Lasrecuerdo perfectamente, mientras lanzaba su puño con fuerza de victoria contra mi pecho descuidado.

Si he de ser justo con su aseveración, los coros y algún que otro punteo suenan como el mejor de los directos.

Al final todo lo reduzco. Intento comprenderme. Me preguntó si el silencio es tan necesario para escribir. Siempre me dio miedo no hacer ruido para contar

Reconducirme.

Pensar en voz alta. Dejar salir los pensamientos, aunque no se entienda la dulzura del acompañante o el enajenado ruido, de lo que acabará siendo un poema, o una canción. Mi poema. El verso y su música, si la tuviese.

A mí, para ser feliz -al contrario que de lo que dice la voz que escupe el trasto que tengo por radio- no me hace falta un camión. Quizá un autobús cargado hasta los topes de músicos y poetas, y el dinero suficiente para la farra que se tercie. El destino es lo de menos. Pero sólo quizá.


Bio.Gsús Bonilla, ve la luz en Marzo de 2006 en el Bukowski Club de Malasaña, Madrid; en 2007 se autopublica una retahíla de poemas a punto de caducar y lo llama “El Forro”, en 2008 es antologado por Ed.Escalera en “Bukowski Club, jam session de poesía 06-08”; en 2009 funda la revista dedicada al cuento y el relato “Al otro lado del espejo” y que edita la A.C. LA VIDA RIMA. Desde 2006 hasta la fecha, ha participado en infinidad de colaboraciones digitales e impresas, recitales poéticos y proyectos enfocados al arte visual, ilustración y poesía. En la actualidad trabaja en su próximo poemario “ovejas esquiladas, que temblaban de frío”, y estará incluido en diferentes antologías de poesía y relato, que verán la luz a lo largo de 2010.

Administra la bitácora http://gsusbonilla.blogspot.com/

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