The Invisible Boy. Herman Hoffman, 1957. |
Los restos de la máquina descansan por fin en un estercolero mientras yo recojo mis últimos bártulos, decidido a huir y dejar atrás estos cinco años de trabajo, escribo estas notas para quien pregunte por el mayor físico de nuestra era, Rupert Herbert.
Cuando lo conocí, pensé que era una pérdida de tiempo ser el ayudante de aquel desastre de melena aleonada. Su proyecto estaba muy avanzado, y todo me hacía pensar que las ensoñaciones de aquel desastre andante eran trabajo más bien para un psiquiatra que para un ayudante de laboratorio. Una mañana de mayo me demostró lo equivocado que estaba. La luz verdiceleste de la máquina se encendió acompañada de un agudo zumbido y, segundos más tarde, Herbert desapareció en una bruma, reapareciendo un instante después. En ese lapso de tiempo fue y volvió de una realidad paralela.
La teoría de los infinitos planos de existencia era real y gracias a su invento era corroborable. Se podían visitar todas las realidades existentes simplemente calculando el alcance del plano siguiente. En cada una de estas realidades se daba una posibilidad alternativa, creando así el entrelazado tapiz del multiverso. Herbert no descansó visitando durante horas miles de planos alternativos.
Apenas dos semanas más tarde su viaje no tuvo retorno. Esta vez, tras un instante, la máquina apareció yerma y silenciosa tras su regreso.
Dos días después, decidí aventurarme por el mismo camino que Herbert había seguido. Al otro lado del agudo zumbido me encontré a mí mismo extrañado y perplejo. En aquel plano yo era quien había descubierto la manera de viajar entre planos y entonces entendí por qué Herbert no había vuelto. En aquella realidad nunca existió ningún Rupert Herbert. Alimentando el pasto de la inexistencia, Herbert había desaparecido en la nada de su realidad de aquel plano alternativo.
A mi regreso no busqué más y antes de encontrar el plano en el que yo no existo destruí la máquina y los manuscritos de Herbert, y decidí alejarme por siempre de esta ciudad y sus recuerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario