El
tiempo donde la duda del “yo” germina,
en los
campos arados de nuestro encierro interior.
Donde el
jardín de la reflexión florece frente a nosotros,
ofreciendo:
perfume, veneno, antídoto.
El
aislamiento es el tiempo de la pausa escrutadora,
la
expiación obligatoria.
Es el
tiempo de “mirad, velad y orad”;
porque
el caos del exterior acechará contra nosotros.
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