jueves, 2 de abril de 2020

No. Claudia SpRubiño

Ad for the new Piggly Wiggly grocery stores, The Delineator, January 1929.


Madre mía, cómo me apetece un kebab, un vino, un aguacate del mercado de los sábados al que voy a charlar con las señoras. Nací señora y mi novio me mira con el ceño fruncido cuando entablo conversación en la cola de cualquier cosa. Que nadie me abrace pero no dejéis de hablarme. No dejéis de hablarme no sea que las voces de mi cabeza empiecen a gritar o, peor, que empiecen a susurrarme ideas locas que, entre tú y yo, no dejan de ser mis ideas y qué aburrimiento todo. STOP. Levántate, date una vuelta por la casa, ponte las mallas, cálzate las deportivas -en mi casa se llaman playeras, playeras te digo- y estira un poco. Busca fotos de flores pero no te las acerques a la nariz que eres alérgica. He llorado limpiando el baño y antes de dormir. He estado a punto de llorar haciendo cola en el súper, ahí no me puse a hablar con nadie porque nadie quería charlar a dos metros. No es para tanto. Todavía no me ha tocado de cerca pero la espera de lo inevitable me hace dormir a trompicones y me hace trabajar a cabezadas. Cuando tengo reuniones por vídeo llamada me bajo un poco la bata para que no se vea, y la persona que está al otro lado hace lo mismo. No hablamos de nada más que no sea el bicho o de lo que el bicho está dejando a su paso. (Sólo hablo de tonterías porque no puedo enfrentarme a la realidad). En las futuras colas del mercado les diré a mis desconocidas amigas señoras que nos lo merecíamos, pero no tanto. No tan duro. No tan cerca. No tan lejos. No.

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