No
hay planes. No hay planes del futuro. Solo el día a día. Esperamos…
Quince
días, veinte… cuarenta días.
El
primer día bordé. El segundo también. Y el tercero. Y el cuarto…
Son
bonitos, con muchos colores. Los mismos de la primavera que vemos desde la
ventana.
Nadie
sale. No hay nadie, salvo algún niño despistado jugando al fútbol y los hombres
que no tienen miedo.
Todos
guardan distancia. Parece que da miedo hasta mirarse.
Esta
todo más limpio, eso sí. ¡Qué satisfacción! ¿Verdad? Todo está limpio sin
nosotros. Al final, parece que la plaga sí que éramos nosotros.
He
terminado cuatro series. Todo lo que no he visto en dos años, lo he visto en
una semana.
Películas,
algunas antiguas sobre golfos y otras nuevas sobre espías.
En
todos hay algo de fin del mundo. Si no lo estuviéramos viviendo, sería ficción.
Todos
los días la misma sensación de irrealidad. La misma pregunta: ¿Está realmente
pasando?
¿Esto
es real?
Vuelves
a lavarte las manos. Miras por la ventana. Acechas al enemigo invisible.
Hay
miedo. Cierto miedo. Algo que no ves, algo que no sabes lo que es. Nadie sabe
qué es.
Los
conspiranoicos tienen muchas variantes. Todos podrían ser ciertos. La cosa es
que no podemos salir.
Hay
bromas. Aplausos a las ocho. Música, a veces e internet fallando.
Tenemos
comida y papel higiénico. ¿Qué más se puede desear? Por ahora, incluso tenemos
dinero.
Por
lo pronto, muchos decimos que esto se parece a lo que ya hacíamos antes, pero
algo nos acongoja. Necesitamos salir. Es como estar atados.
Ahora
solo sales al balcón. Los vecinos también han decidido hacer lo mismo. Un perro
ladra.
Lo
que sí es seguro, es que la tasa de criminalidad ha descendido o por lo menos,
no sabemos nada al respecto en los últimos días. ¿Ya no hay robos, asesinatos
ni violencia doméstica?
No
sé cuándo nuestros mejores deseos se convirtieron en pesadillas.
El
sofá, peli y manta, es ahora una especie de tortura. Parece que viviéramos en
El día de la marmota, todos los días lo mismo: haces la comida, a veces
limpias, llevas chándal, miras la tele, te asustan los informativos, decides
mirar las redes sociales y estás ahí un rato largo. Alguien hace un streaming, otro publica su poemario, otros escriben
libros, otros se insultan y alguien se disfraza de perro para poder salir.
Muchos cuelgan enlaces de libros: 100 libros gratuitos que deberías leer, 200
poemarios gratuitos, British Library hace públicos los cuadernos de da Vinci. ¿De
verdad leemos tanto? ¿De verdad necesitamos tanto? ¿Cuántos libros somos
capaces de leer en una cuarentena? ¿Quién lleva los números?
Nunca
pensé que echaría de menos el mundo… las calles sucias, el metro atestado, la
gente empujando, los vecinos montando follón… Al parecer, el significado de la
vida sí que era el ruido.
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