lunes, 27 de abril de 2020

El confinamiento es una oportunidad. Eltuertoquetodolové



El confinamiento no permite salir de casa. Supuestamente. Pero en nuestras casas (no todas son así) del siglo XXI la Internet nos abre al mundo y podemos ir al cine, a un concierto o de vermú con las amistades.

Tantas horas en el hogar es una oportunidad para ganar consciencia sobre la vida. ¿Es necesario correr todo el tiempo? ¿Es obligatorio producir constantemente? ¿Por qué te emparejaste si no soportas a tu cónyuge? ¿Para qué tuviste descendencia si la consideras inaguantable? Con poca reflexión podemos llegar a la conclusión de que el modelo social que nos han impuesto es UNA MIERDA. Trabajar cuarenta horas a la semana durante once meses al año para tener un sueldo que, al juntarlo con otro, me permita pagar la casa, el o los coches, unas vacaciones en el mes que no trabajo y un montón de objetos absolutamente prescindibles. Qué gozada.

"La libertad es la cárcel más grande de todas las cárceles", dice Corcovado. La libertad no existe, estamos bajo sujeción de la genética, la física, nuestra infancia, el condicionamiento social, el código civil, el código penal, la hipoteca, los horarios, las redes sociales, Whatsapp... Cuando tomamos una decisión nunca es libremente. Porque la libertad no existe, es un constructo, un concepto imaginario. Por lo tanto, puedo ser libre cuando quiera. Dos o tres meses de encierro no me hacen ser menos libre. Al contrario, también tenemos la oportunidad de aprovechar este recogimiento impuesto. Podemos dedicarnos a todo eso para lo que no tenemos tiempo habitualmente, podemos dedicarnos a perder el tiempo (¿qué es perder el tiempo? ¿cómo se puede "perder" el tiempo?), podemos pasar horas contemplando las nubes, podemos mirar hacia nuestro interior, podemos disfrutar de tiempo de calidad con las personas con las que convivimos. Y si podemos hacerlo ahora, ¿por qué no podemos hacerlo siempre? ¿Por qué no dejar de producir y consumir, y dedicarnos a otra cosa? ¿Y si el día que decidan que podemos salir a la calle (es decir, volver a trabajar) nos quedamos en casa? Y, cuando llegue el momento, no hacemos la declaración de Hacienda. Y no pagamos la hipoteca, ni el alquiler, ni la electricidad. Y nos cortan la electricidad, nos quedamos sin Internet y sin teléfono. Y nos vamos de paseo al parque. ¿Qué harían? Echan a cada persona de su puesto de trabajo (quienes sigan teniendo trabajo cuando esto acabe), por no ir; pero es que nadie puede sustituir a la persona despedida porque está todo el mundo paseando por el parque. Y pasamos hambre porque los supermercados están vacíos y cerrados. Y YA NADIE FABRICA PAPEL HIGIÉNICO. No hay pañales para la infancia. Así que formamos redes solidarias para ayudarnos las unas a los otros. Los bancos congelan nuestras cuentas y se quedan con todo nuestro dinero, que ya no sirve para nada. Policías, militares y transportistas no acuden a trabajar. La gente enferma muere, pues nadie va a currar al hospital. El aire y el agua aumentan su calidad. De las redes de apoyo surgen asambleas comunitarias. La Unión Europea expulsa a España y clausura sus fronteras. En Portugal la gente deja de ir a trabajar. Trump se enfada y pone precio a cada una de nuestras cabezas. De las asambleas brotan planes de producción y reparto de alimentos. Se abren casas de socorro con ayuda médica básica. Artistas y titiriteros salen a la calle y la llenan de luz. La clase política hace tiempo que se fue del país con la élite económica. Se llevaron todo nuestro dinero (meta a la que se dedicaban con ahínco antes del cambio), pero ya no podrán llevarse nuestro esfuerzo ni nuestro tiempo. No tenemos petróleo, así que invadirnos no merece la pena. En el exterior hablan de una extraña enfermedad mental contagiosa, vivimos peor que en Corea del Norte, Venezuela y Cuba juntas. Aquí nos dedicamos a la subsistencia básica, a reeducarnos, a tener en cuenta los sentimientos, a colaborar en lugar de competir, a ser la verdadera humanidad del siglo XXI. ¿Eso te gustaría? En realidad vamos de cabeza a la distopía descrita en los noventa del siglo XX en las  novelas ciberpunk: desastre ecológico, enfermedades emergentes y poder político bajo control de megacorporaciones. Lo siento mucho por quienes vienen detrás.

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