sábado, 13 de marzo de 2010

Mi querida pastillera. Alma


Josefa es como un animal. Dobla su peso ideal y no hace ningún mínimo esfuerzo por nada. Va de la cama a la mesa, y de la mesa a la cama a ver la televisión. No recoge un plato, vamos.

Sus hijos no la respetan, de hecho creo que la odian. Ella tampoco ama a nadie, aunque ésto ni lo sospecha.


Tiene cáncer, pero lo lleva bien. Su peor enfermedad es la avaricia severa, el egoísmo crónico y la necedad. Nunca enseñó a sus hijos otros valores que los del trabajo y la sumisión al amo, tanto al patrón como al marido. Ninguna palabra pronunció sobre dignidad, libertad, ni amor propio.
Trabaja! ahorra! - le decía a su hijo. Amor? Cariño? Patochadas. Su lema era éste:
Cama y comida,
puedes pedir más a la vida?


Dicen que la buena conciencia sirve de almohada y ella hace años que no duerme. Es a fin de cuentas el mejor sistema de alarma para que reflexionemos, y cambiemos algo de nuestra vida. Lo que pasa es que eso es duro. Requiere valentía y también humildad. Tal vez pudiera descansar tranquila si reconociera que criar a un hijo es algo más que poner un plato en la mesa, si le dijera que lo ama, que siempre lo amó.


Bueno, eso lo pienso yo. Mientras, ella ve pasar la vida entre pastillas para dormir y para la depresión. Lo único que tiene claro es que los drogadictos son otros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen texto...

No sé si estoy lejos de la miseria, sí sé que soy un drogadicto más...

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